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La batalla de Copenhague
lunes, marzo 15, 2010

Copenhague, 17.diciembre.2009

“¿Estás listo, Rick?”, me pregunto Sky, un veterano periodista ingles de Indymedia que se hospeda conmigo. Para los activistas, el gran día había llegado. Durante la gélida mañana, miles de personas intentarían entrar a los terrenos del Bella Center y celebrar allí una Asamblea Popular. Los rumores decían que varios delegados, intentarían salir de la conferencia y participar de la Asamblea. También se comentaba que el mismísimo Ban Ki Moon saldría a dialogar con los manifestantes. “Espero que hoy, por fin, Dinamarca pierda su fama de país pacifico”, me dijo Adam, activista danés. Para el y sus compañeros, que habían invertido incontables horas planeando la acción “Reclama el poder”, era hoy o nunca.


Las cosas no empezaron de la mejor manera. La noche anterior, la policía había confiscado muchas de los cientos de bicicletas que los activistas tenían guardadas en la “Candy Factory”, un centro cultural de Copenhague. Los uniformados confiscaron todas las “bicicletas de guerra” –dos bicicleta unidas por una plataforma” y las “bicicletas dobles” –una bicicleta encima de otra—que se suponía iban a formar una primera línea en la manifestación. Además, una fuerte nevada caía a eso de las nueve de la mañana, lo que unido a los mil arrestos del fin de semana --el gobierno danés paso una ley especialmente para el COP15 que permite a la policía arrestar a cualquier persona de manera “preventiva”--.podía hacer desistir a muchos de participar.

A eso de las 10, la manifestación –rodeada de policías por los cuatro costados--ya tomaba la última curva hacia el Bella Center. Empezaba a nevar de nuevo, y se oían rumores de que varios bloques de manifestantes que debían haberse unido antes habían sido arrestados. En medio de cánticos anticapitalistas, los organizadores --montados en un camión en el medio de la multitud-- anunciaban al aproximadamente millar de personas que en una hora esperaban estar a las puertas del gigante centro de convenciones. Sin bicicletas, y mermados por los arrestos, el ambiente no era esperanzador. “No hay manera de que entren. Lo que va a haber es violencia y gas pimienta, pero nada mas”, me dijo un corresponsal alemán mientras seguíamos –entre decenas de periodistas—la primera línea de la manifestación. Los manifestantes no pensaban lo mismo. Encabezando la marcha iban tres latinoamericanos: un mexicano, una boliviana y una colombiana. “Esperamos entrar al Bella Center. La delegación boliviana nos prometió que va a salir”, me dijo sonriente la mujer boliviana.

Cerca de las 11, la tensión empezaba a crecer. El helicóptero que sobrevolaba la manifestación ahora sonaba más fuerte que nunca. De uno de los camiones policiales se oyó una voz: “esta es la policía. No pueden seguir avanzando”. En efecto, nos acercábamos al final del área permitida para la marcha. De repente, unos veinte activistas empezaron a correr, intentando tomar por sorpresa a la policía, que reacciono con violencia. Para ese momento, ya estábamos debajo de la estación de Metro que colinda con el Bella Center. Como los castillos medievales, el mismo se encuentra rodeado de profundas fosas de agua. Desde el lado en el que la manifestación llego, solo había dos lugares por los que acceder: las dos entradas principales, que estaban completamente bloqueadas por cientos de uniformados y coches policiales. Puede ser que aquí fue donde los activistas perdieron la batalla: en la falta de organización. Kjartan, el encargado de la comunicación dentro de la protesta, admitía los fallos. “Cuando llegamos aquí no estaba claro por cual entrada íbamos a marchar. Intente corregirlo, pero la policía entro en la confusión y nos bloqueo. Se corto la comunicación y se desorganizo todo”. Sea cual fuere el fallo, lo que siguió fue un despliegue impresionante de brutalidad policial. Todo comenzó cuando un activista subió al techo de un carro policial, y un policía lo bajo a golpes. Entonces, la multitud rugió, y el caos comenzó. La policía pego y pego mientras empujaba la primera línea de manifestantes. Se oían gritos y gente llamando a los médicos que había entre los activistas. Los fotógrafos corrían frenéticamente de aquí para allá buscando las imágenes más impactantes. La adrenalina podía saborearse en el aire. Alberto Gómez, de México, estaba en primera línea cuando la policía cargo. “Me sorprende la actitud de la policía. Porque la violencia? Llegamos y empezaron a empujarnos, y después a echarnos gas pimienta”, dijo con aire triste.

En ese momento la manifestación se encontraba encerrada en una distancia de unos 300 metros por las dos líneas policiales que protegían sendos accesos al Bella Center. Cuando la violencia calmo de manera momentánea, un grupo de activistas aparecieron con cinco balsas inflables unidas, cruzaron el borde de la calle e intentaron cruzar la fosa, donde los esperaba la policía con perros que ladraban incesantemente. En cuestión de segundos, unos cinco activistas ya estaban encima de las balsas, pero debido a la falta de algo que hiciera las veces de remo no lograban tocar la orilla. Finalmente lograron darle dirección a la balsa, y luego de recibir varias rociadas de gas pimienta, cuatro de ellos lograron cruzar mientras la multitud celebraba y cantaba. Sobra decir lo que les paso: inmediatamente fueron neutralizados, golpeados y arrestados. Al parecer, esto hizo a los que venían detrás reconsiderar sus intenciones, y recogieron la balsa.

Mientras esto sucedía, la multitud decidió llevar a cabo la Asamblea Popular ahí, en medio de la calle. Varios rumores ya circulaban. Primero, que los delegados que intentaron salir para tomar parte de la Asamblea fueron interceptados por la policía y se les prohibió salir del Bella Center. Segundo, muchos decían que la renuncia de la presidenta del COP15, la ministra danesa del Medio Ambiente Connie Hedegaard, se debía a la presión de los activistas y al aparente fracaso de la cumbre. (La versión oficial, sin embargo, es que debido al número “sin precedentes” de jefes de Estado presentes en Copenhague, la presidencia iba a ser tomada por el primer ministro, Lars Løkke Rasmussen).

La Asamblea Popular no tuvo mucho de especial, y quizás menos de popular. No se sabe a cuantos de los presentes en la protesta realmente les importaba, pero pocos la escucharon. En todo caso, consistió simplemente en un grupo personas de varios países repitiendo las mismas demandas y consignas que hemos escuchado hasta la saciedad, y otro grupo que los vitoreaba cada 10 segundos. Y es precisamente esa falta de visión, esa ceguera mental que lleva a los dos lados a vivir en su propio universo lo que llama más la atención: dentro del Bella Center, en un COP15 lleno de glamour, egos y personas con aire de importancia, casi nadie sabía que había una multitud enfrentándose a la policía afuera. En la protesta, en medio del frío tenaz y con su rabioso anticapitalismo, nadie quiere aceptar que miles de personas trabajan sin descanso para llegar a un acuerdo. A nadie parece habérsele pasado por la cabeza que el planeta es de todos, y que encender una vela es mejor que maldecir en la oscuridad. O en la nieve, para ser más precisos. Finalizada la Asamblea, los activistas se retiraron a la ciudad, para “seguir planeando maneras de sabotear la cumbre”, me dijo Simon, uno de los organizadores.

La policía, que también considera que esta haciendo su trabajo, también tiene su versión. Un portavoz le dijo a La Estrella que había 256 personas arrestadas, la mayoría de manera preventiva. Los cuatro activistas que cruzaron el canal podrían enfrentar cargos por irrupción en propiedad privada, pero esto es improbable. “No queremos escalar la tensión, queremos que esto se desarrolle en paz”, aclaro el portavoz. Al llegar a casa, es muy probable que ese policía diga en su mente “un día menos”. Y quizás sean los únicos en Copenhague que quiere que esto se acabe cuanto antes. Para los activistas, siempre es mejor vivir en su burbuja de fantasías antisistema que enfrentar las realidades de la vida. Para los políticos –y esto lo sabemos de sobra en Panamá--, siempre es mejor sentarse en las sillas de los foros internacionales y escuchar a otros que, como ellos, quisieran no tener que regresar nunca a sus países a trabajar de verdad.
posted by RicAngel @ 20:56  
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