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Israel y su descenso a la barbarie
sábado, enero 10, 2009
Foto: AP

Panamá, 06.Enero.2009

Varias cosas me perturban acerca de la situación en la franja de Gaza. La primera tiene que ver con el hecho de que, desde hace mucho tiempo --y ahora más que nunca--, Gaza es una prisión. Desde que Hamas controla la franja, Israel ha impuesto un férreo bloqueo que ha sido calificado por Richard Falk, enviado de la ONU para los Territorios Palestinos, como “castigo colectivo” contra la población de Gaza. El que Israel bombardee una prisión (avisando antes de bombardear, por supuesto) es escalofriante porque nadie puede salir de ella. Niños, mujeres, ancianos, adolescentes...el millón y medio de palestinos que se hacinan en la franja están completamente expuestos a las bombas y tanques israelíes, y convierten la situación en Gaza en una catástrofe humanitaria de magnitudes mastodónticas.

Otro macabro aspecto de esta operación es la retórica israelí. El ejército hebreo ha matado ya a unos 600 palestinos de los cuales el embajador de Israel en Panamá, Menashe Bar-On, me aseguró que “90% son terroristas de Hamas”. Lastimosamente, y más allá de su flagrante inexactitud, esta afirmación lleva en sí la mentira más grande de todas: que el palestino que pertenece a Hamas es un terrorista y, por ende, merece ser asesinado. Después de todo, parece que hemos olvidado que Hamas lleva más de un año gobernando en la franja y posee (o poseía) una infraestructura que abarcaba todos los aspectos de la vida cotidiana, como cualquier Gobierno del mundo. De hecho, Australia y el Reino Unido consideran solamente al brazo armado de Hamas, las brigadas Izzedin Al Qassam, como una organización terrorista. Sin embargo, Israel ha logrado vender la idea de que los ministros, funcionarios públicos y policías de Hamas son todos terroristas, en un pobre intento de maquillar las cifras de el bombardeo indiscriminado sobre un millón y medio de seres humanos.

Pero lo que pone los pelos de punta es algo que va más allá de cualquier intento israelí de “defender” su obsesivo “derecho a existir”. Recientemente el diario Haaretz reportó, citando fuentes del IDF, que la operación “Plomo Fundido” llevaba seis meses cocinándose, y que la tregua con Hamas había sido solamente un pretexto para ganar tiempo, reunir inteligencia y afinar los detalles. Durante esos seis meses Israel endureció su bloqueo de manera brutal, negando la entrada de alimentos (la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, UNRWA, de la que dependen más de la mitad de los palestinos, llegó a quedarse sin comida), combustible, medicamentos y hasta de periodistas. Bombardear un lugar así, en el que nadie puede salir y en donde premeditadamente se ha impedido la entrada de, por ejemplo, medicamentos para atender a los heridos, excede cualquier estándar humanitario y viola todas las leyes internacionales. Es simple y sencillamente una masacre.

Pero todas estas cosas son sólo muestras del bárbaro abismo moral al que ha descendido Israel, y con él todos los que apoyan o justifican lo que está sucediendo en la franja de Gaza, un lugar en el que las familias comen hierba, en el que los niños no quieren vivir, en el que no hay mañana, en el que no hay derechos ni dignidad. Un lugar en donde vive un millón y medio de “sub-humanos”, que llevan años, muchos años antes de que Hamas existiera, siendo humillados a diario por Israel, ante el cómplice y pútrido silencio de todos nosotros. Ni un millón de cohetes artesanales al día pueden justificar la destrucción de un pueblo. Ni aunque todos los niños de Sderot quedaran tartamudos y sufriendo de estrés agudo se justifica el asedio al guetto más grande del planeta, un lugar en el que el 80% de la población habitó o es descendiente de los habitantes de lo que ahora es Israel, refugiados del 48, del 67, o de ambos, gente cuyas raíces están en lugares como al-Majdal, ahora "Ashkelon", o cualquiera de los más de 400 pueblos árabes que fueron borrados del mapa. Gente que fue echada de esa tierra y encerrada en la prisión de Gaza.

Hamas es solo el enemigo de turno, como en su momento lo fueron Fatah y la ahora glorificada ANP. Es la excusa necesaria para que Israel pueda seguir justificando su violencia, la excusa que lo mantiene alejado del espejo en donde le aguarda el monstruo en el que se ha convertido. Un monstruo que habla el lenguaje de las bombas y de la humillación. Un país en donde la destrucción de los palestinos se utiliza como propaganda electoral. No sé cual será el resultado de esta catástrofe, pero una cosa está clara: Israel ha perdido su tejido moral, y se ha presentado al mundo como un país abusador, violento y arrogante. Y, por encima de todo, ha demostrado que lo único que lo diferencia de Hamas, Hizbollah o quien sea que escoja atacar es que usa “juguetes” más caros y goza de una escandalosa e inmoral impunidad, otorgada por un mundo que mira indiferente mientras los israelíes, en palabras del corresponsal español Juan Miguel Muñoz, convierten Gaza en Somalia.

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posted by RicAngel @ 18:19  
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