En el año 476, el general ostrogodo Odoacro –encargado para entonces de la seguridad de Roma—depuso a Rómulo Augustulo, el último emperador romano. Odoacro envió las insignias imperiales a Constantinopla, porque el Imperio Romano de Occidente había dejado de existir oficialmente. Décadas antes, Alarico –visigodo—y Atila –huno—habían a su vez saqueado Roma. La ciudad eterna, capital del Imperio mas grandioso que jamás haya existido -y que sentó las bases de nuestra civilización actual- era saqueada, destrozada y profanada por hordas de bárbaros, guerreros salvajes venidos de los confines de Europa, de lugares que estaban mas allá de donde Augusto estableció los limites del Imperio, cuando decidió que Roma debía dejar de expandirse. Siglos antes, Cayo Mario había contenido a los cimbrios y teutones, y Cesar había masacrado a millones de galos y germanos. En cuestión de siglos, Roma paso de ser la indiscutible –e indiscutida—dueña del mundo, a sucumbir vergonzosamente ante las hordas de bárbaros a las que alguna vez derrotó con una facilidad y autoridad asombrosas. Sin ser historiador ni querer entrar en detalles o buscar explicaciones, algunas reflexiones se me vienen a la cabeza. El mayor imperio del mundo, que durante siglos se expandió, subyugó pueblos, destruyó poblaciones, esclavizó a cientos de miles, y se erigió pérfido como el dominador absoluto del mundo, es devorado por esos pueblos a los que masacró, esclavizó y en algunos casos, exterminó. Se encargó de expandir sus fronteras, mostrarle al resto cuan civilizados eran, cuan grandiosa era su ciudad, cuan civilizado era su sistema de gobierno, en fin, cuan superiores eran sus habitantes al resto. El problema del imperialismo, de la dominación, es que si no te estás expandiendo te estás contrayendo. Mantener las fronteras de un Imperio es la tarea mas difícil de todas, infinitamente mas complicada que la de expandirse y conquistar. Esto lo entendió muy bien Alejandro Magno, al intentar mezclar conquistadores y conquistados, macedonios y persas, hacerlos un solo pueblo, acabar el círculo vicioso de vencedores y vencidos. Pero tuvo un problema: el único que creyó en su visión fue el. Veinticinco siglos después, la Humanidad sigue sin creer efectivamente en las ideas de Alejandro. Al pensar en el ascenso y caída de Roma, inevitablemente me viene a la mente cuan repetitiva es la historia, y lo poco que hacemos para evitar que se repita. El último gran imperio territorial (en extensión el más grande de la historia), el Imperio Británico, murió hace algunas décadas. Desde entonces, se ha abandonado el dominio territorial clásico, reemplazándolo por dominio económico, militar y cultural. Los grandes “imperios” de nuestra era –el llamado “primer mundo”: principalmente Estados Unidos y Europa Occidental—están sufriendo las mismas consecuencias que le trajo a Roma su fiebre expansionista y su dominio mundial: no pueden contener las hordas “bárbaras”. Los bárbaros modernos no son los suevos, vándalos, hunos, godos o visigodos. No son germanos, cimbros, teutones o galos. Son los latinos, africanos, árabes, y en general todas las poblaciones de los países pobres. El tema de la inmigración es piedra angular de cualquier campaña política en estos países. El presidente francés, Sarkozy, declaro hace poco que los presidentes de España e Italia le habían sugerido unirse para llevar a cabo “deportaciones en masa”. Miles de millones de dólares –o euros—se invierten cada año en temas de control de inmigración y vigilancia de fronteras. Todo para mantener a los bárbaros fuera de las fronteras del Imperio. ¿Se puede juzgar a los miles de africanos que llegan en pateras a diario a las costas de España, Grecia, Italia o Francia? ¿A los miles y miles de latinos que cruzan la frontera de Estados Unidos? ¿A los balseros cubanos?
¿Se puede criticar a una persona por querer tener una mejor vida, un mejor trabajo? ¿Se puede rechazar a alguien que intenta huir de la violencia, la pobreza extrema, el hambre y la miseria? ¿Son culpables las personas nacidas en los lugares pobres del planeta, que son mayoría? ¿Podemos dejar a los africanos con los despojos de un continente que fue totalmente destrozado por los europeos? No empecé a escribir esto para ofrecer soluciones al problema de la inmigración. Quise empezar a abordarlo con una perspectiva histórica, porque creo que la historia se va a repetir. La inmigración ilegal es inevitable, es incontenible, y las inmensas cantidades de dinero que se invierten en evitarla cada año es dinero tirado a la basura, dinero que podría aliviar el hambre en el mundo, por ejemplo. Mientras haya una “civilización”que domine al mundo, habrá bárbaros. Y se comerán el imperio. Ya las maras aterrorizan a los Estados Unidos. En Alemania, el tema del delito en jóvenes inmigrantes –muchos de ellos 2da generación—es noticia de actualidad. En España, las bandas como los “Latin Kings” ya tienen una presencia impresionante. Y así podemos seguir con bandas de crimen organizado formadas por europeos del este, africanos (“moros” o sub-saharianos), etc. Y esto es solo el inicio. Por si fuera poco, la población del Imperio se ahoga en su propia corrupción. El Primer Mundo consume cantidades inmensas de droga, la juventud esta prácticamente perdida, acomodados desde su nacimiento en unos niveles de abundancia y riqueza jamás soñados, comprándoles drogas a los inmigrantes, entre otras cosas. El “mundo rico” va a experimentar un cambio tanto social como demográfico nunca antes visto en la historia en los próximos 50 años. Cuando éstas minorías inmigrantes estén totalmente asentadas –3era o 4ta generación—y empiecen a chocar entre ellas, la situación se va a volver insostenible. Como los visigodos o los hunos, veinte siglos antes, van a devorar el imperio ante la impotencia de los acomodados y corruptos “romanos”. La civilización europea (y su hija Estados Unidos), descendiente directa del Imperio Romano, se ha dedicado desde hace 600 años a dominar el resto del mundo. “Descubrió” y “conquistó” a innumerables pueblos, enseñándoles sus idiomas, sus religiones y su modo de vida civilizado y occidental. En el proceso, se masacraron pueblos aborígenes, se abrieron heridas demasiado profundas para sanar, se arruinaron países, se regaron enfermedades y hasta alguna que otra especie animal desapareció. El resultado es el mundo que tenemos hoy en día. Pero, cosas del karma, el mundo que fue una vez conquistado, está devolviendo los favores. La población del mundo conquistado, que en su totalidad domina uno o más de los idiomas de sus conquistadores, esta emigrando cada vez más al mundo conquistador. Y le esta dando a los “conquistadores” en donde más les duele: La raza europea esta dejando de existir. Encontrar a un negrito nacido y criado en Alemania debe ser descorazonador para los orgullosos europeos conservadores. Parece que los tiempos, por fin, han cambiado. Solo espero que el próximo Imperio que surja de las cenizas del que esta en plena decadencia ahora mismo (aunque no lo veremos caer completamente en lo que nos queda de vida ¿o si?) sea consciente de que la historia se repite. Ya lo sabía Alejandro Magno hace 2500 años. |
ecxelente .........................
tu concepcion de las cosas hijo no esperaba menos tienes que enseñarame quiero hacer el mio.
jejeje
por ahi te paso un tema de interes