Panamá, 20.Agosto.2008
Después de casi dos décadas de “ausencia forzada”, Rusia está de vuelta. El conflicto con Georgia les ha servido para demostrar que, después de casi 20 años a la defensiva, soportando humillación tras humillación, los rusos --con un PIB superior al de Francia e igual al del Reino Unido—han vuelto por sus fueros. Por si fuera poco, más fácil no la han podido tener. En el día en el que el mundo entero tenía los ojos puestos en la maravillosa ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing, el Presidente georgiano Mikhail Saakashvili ordenó un ataque sobre Tskhinvali, la Capital de Ossetia del Sur. El ejército georgiano –armado y entrenado por los Estados Unidos—mató alrededor de 2,000 civiles y desplazó a cerca de 40,000, que cruzaron la frontera con Rusia, presumiblemente hacia la otra Ossetia, la del Norte. Curiosamente, a pesar de llamarse Ossetia, estos dos territorios poseen estatus políticos distintos. Mientras que Ossetia del Norte es parte de Rusia, su homónima del Sur es un territorio con independencia “de facto” desde principios de la década de los 90--aunque sin reconocimiento internacional—cuyos habitantes poseen pasaportes rusos y estaban cerca de celebrar un referéndum que decidiría su unión territorial a Rusia. Por supuesto, a los Georgianos esto nunca les ha hecho ni pizca de gracia. Pero teniendo a Rusia a tiro de piedra apadrinando a los Ossetios, tomar cartas en el asunto, sobre todo de manera militar, nunca ha sido una opción realista para nadie con dos dedos de frente. Pero claro, el brillante Saakashvili –alumno egresado de las Universidades de Columbia y George Washington—debió haber visto algo que el resto del mundo no, pues lanzó el ataque. El presidente georgiano llevaba meses cortejando a Estados Unidos (basta decir que la carretera que conduce al aeropuerto de la capital Tbilisi lleva el nombre de George W. Bush) para entrar en la OTAN. Hasta tal punto ha llegado la adulación que el Gobierno georgiano no ha dudado en enviar a sus soldados a morir a Irak, donde Georgia es el país con el mayor número de tropas, solo superado por Estados Unidos e Inglaterra. La pregunta es evidente: a alguien se le ocurre pensar que Saakashvili habría lanzado el ataque sin el visto bueno de los Estados Unidos? Hay que ser muy ingenuo, o muy deshonesto, para pensar que alguien puede enviar a un pequeño ejército a provocar a uno de los ejércitos más potentes del mundo sin al menos una promesa de respaldo. Por lo visto, el presidente Georgiano no conoce mucho de historia. Si tuviera alguna idea, sabría que las potencias nunca ayudan a los pequeños estados lisonjeros como el suyo. Y sino, que se lo pregunten a los exiliados cubanos que lucharon contra Castro en la bahía de Cochinos, que aún deben estar esperando aquel apoyo aéreo que la CIA les “garantizó”. Los apuñalaron por la espalda. Para desconsuelo de Saakashvili, la historia se repitió: las ilusiones de Georgia se rompieron a medida que los tanques rusos avanzaban. El mayor Georgi, un soldado georgiano decía al New York Times que “Estados Unidos y la Unión Europea nos están escupiendo.” Pero tampoco hace falta ser tan exagerado: el ejército norteamericano transportó gustosamente a las tropas georgianas en Irak de vuelta a su país, donde seguramente tenían algo más importante que defender. Georgia atacó un gigante y tuvo que conformarse con que a sus tropas en Irak les dieran un “bote”. No se puede negar que creer en fantasías es uno de los rasgos que nos hace humanos, pero, ¿habrá sido tan ingenuo el presidente-bufón georgiano como para pensar que Occidente (la OTAN) iría a la guerra con Rusia por causa de su insignificante país? Bien es cierto que no se puede culpar a los países de Europa del Este por su búsqueda de apoyo y refugio en la OTAN –después de sufrir por años los abusos del gigante ruso-; tampoco se puede negar que la reacción rusa ha sido brutal y contundente. Pero igual de cierto es que no nos vendría mal ponernos en los pies de los rusos por un momento para comprender un poco mejor sus acciones en este conflicto. Para empezar, este conflicto ha sacado a flote un tema que había sido casi olvidado: para qué sirve la OTAN? Creada originalmente como una alianza militar de tipo “todos para uno y uno para todos” en respuesta al Pacto de Varsovia, su propósito desde que se deshizo dicho Pacto ha sido reemplazado por el cuento de las “intervenciones humanitarias”. Ahora, la OTAN busca absorber países que estén en la órbita rusa. Mikhail Gorbachev ya dijo alguna vez que el Gobierno de Reagan le prometió que esto jamás sucedería, pero ya sabemos lo que valen estas promesas para los neoconservadores de Bush. Los hechos no dejan lugar a duda: los últimos países admitidos desde 1999 han sido República Checa, Hungría, Polonia, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia. Y en los planes de la OTAN se encuentran Georgia y Ucrania. Y la mayoría de estos países no se encuentran muy cerca del Atlántico Norte que digamos. Pensemos por un momento: Cuál sería la reacción de los Estados Unidos si, de seguir vigente el Pacto de Varsovia, se incluyera a México entre sus miembros? Una acción de este tipo sería inaceptable para una potencia como Estados Unidos, así como haber admitido a estos países exsoviéticos es inaceptable para un país poderoso como Rusia. Y no sólo inaceptable, también es provocador. Más provocador, imposible. Mención aparte merecen las reacciones. Sobre todo las del Presidente Bush, que se atrevió a decir que “el abuso y la intimidación no son maneras aceptables de conducir la política exterior en el siglo XXI.” Este tipo realmente es un cínico. Me deja casi sin palabras el ver como una persona que es responsable del mayor acto de “abuso e intimidación” del siglo XXI, en el que ya han muerto mas de un millón de personas, un tipo que es un criminal de guerra según todas las leyes internacionales, se atreve a salir a los medios a condenar la respuesta, que no deja de ser brutal y abusiva, de Rusia. Pero si las declaraciones de Bush son cínicas y hasta ridículas, las de su vicepresidente Dick Cheney son aterradoras. Cheney, que es el verdadero presidente de los Estados Unidos, declaró que “la agresión rusa no se puede dejar pasar sin respuesta.” Viniendo del que, para mi, es el diablo en persona, éstas palabras deben servir de aviso para que nos demos cuenta de que, si se lo permitimos, los neoconservadores irán a la guerra con Rusia. Pero qué tan real es la perspectiva de una guerra nuclear? Exceptuando algún que otro editorial del New York Times y el Washington Post, y los diabólicos planes de los Think-Tanks neoconservadores, no se vislumbra la posibilidad a día de hoy, pero sería absurdo descartarla por completo. Habiendo elecciones este año, no creo que sea coincidencia hallar que uno de los principales asesores de John McCain en política exterior, el “halcón” Randy Scheunemann, se embolsó entre Enero del 2007 y Mayo del 2008 la suma de 290,000 dólares por servicios de lobby para el gobierno de Georgia. La posibilidad de que el conflicto en Georgia haya sido concebido como arma electoral ya ha sido planteada. Como para no quedarse atrás, Barack Obama también cuenta entre sus asesores con un “halcón” anti-ruso, el polaco Zbigniev Brzezinski, que se vanagloria de haber sido responsable, como asesor de política exterior de Jimmy Carter en los 70s, de haber provocado a los rusos a invadir Afganistán. De hecho, Brzezinski escribió un libro que tituló “El Gran Tablero Mundial: La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos”. El libro comienza de la siguiente manera: “Desde que hace aproximadamente 500 años los continentes empezaron a interactuar políticamente, Eurasia ha sido el centro del poder mundial...La clave para controlar Eurasia es obtener el control de las Repúblicas de Asia Central.” Para los neoconservadores el fin de la Guerra Fría fue un fracaso. Pocas veces Reagan permitió que los neocons condujeran su política exterior, y cuando lo hicieron hubo desastres. Por esto, la diplomacia prevaleció, la Guerra Fría terminó, y los neocons lloraron ante la posibilidad perdida de una guerra nuclear con la Unión Soviética. Ahora, los halcones se encuentran ante la primera oportunidad de llevar a cabo su viejo sueño. Probablemente intenten cumplirlo a toda costa. Por suerte, ni Estados Unidos ni el resto de Occidente van a mover un dedo contra Rusia, al menos de momento. El plan de cese al fuego diseñado por Sarkozy probablemente sirva para iniciar un proceso de paz, aunque los rusos no han perdido tiempo para decir que los georgianos pueden irse olvidando tanto de Ossetia del Sur como de la otra región insurgente, Abkhazia. En cualquier caso, Rusia ha dado un puñetazo sobre la mesa. Con esta guerra ha dejado claro que no soportará más humillaciones. También ha dado una lección acerca del precio a pagar por subestimar a un país poderoso. La prudencia sugiere que Estados Unidos se trague su propia medicina y, como decimos aquí, “coja lo suyo callao”. Europa Occidental se está dando cuenta de que quizás ya no es tan buena opción alinearse sin rechistar detrás de Estados Unidos y apoyar ciegamente sus estúpidas decisiones. Mucho menos considerando que están a tres pasos de Rusia y dependen masivamente de los rusos en materia energética; y muchísimo menos si estas decisiones incluyen ofrecer membresía OTAN a países como Georgia, un acto de estupidez gratuita que no solo es un insulto a Rusia sino que es un peligroso juguete en las manos de un imbécil como Saakashvili. Se pueden hacer muchas lecturas de este conflicto, pero no creo que alguien se atreva a negar que Rusia ha sido el gran ganador. El gran oso despertó. Y al parecer, lo hizo para quedarse. |