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Los Zapatos de Nuestra Vergüenza
domingo, diciembre 28, 2008
Panamá, 19.Diciembre.2008

Hace unos días tuve el honor de entrevistar a uno de mis ídolos, la periodista israelí Amira Hass, del diario Haaretz. Siendo la única periodista judía que vive en los territorios palestinos, Hass posee una visión del periodismo que siempre me ha fascinado y por la que no podía dejar de preguntarle. Cuando nuestra conversación llegó al tema de los medios y su rol en la sociedad, Amira me repitió las palabras por las que por primera vez oí hablar de ella, de la boca de otro de mis ídolos, Robert Fisk: “el papel de los medios es el de monitorear los centros de poder. Hoy en día, los medios no representan este ideal o el de la libertad de información, sino que representan a sus lectores, y les dan los que ellos quieren”. Pocas cosas he escuchado más ciertas en mi vida. Hass, que ha dedicado gran parte de su vida a vivir entre los que sufren las brutales políticas de su propio país, es un vivo recordatorio de lo que los periodistas que cubrimos estos asuntos debemos ser, antes que nada: seres humanos. Personas como ella o Amy Goodman nos recuerdan que el periodismo, aunque ya no parezca, es fundamentalmente un deber moral, y constituye el arma más efectiva de la sociedad civil contra los abusos de quienes detentan el poder. No en vano Bill Moyers, leyenda viviente del periodismo norteamericano, dice que “en un país, la calidad de la democracia es directamente proporcional a la calidad de su periodismo”.


El domingo por la tarde el mundo entero observó como un periodista iraquí –Muntazer Al Zaidi-- lanzaba sus dos zapatos al presidente de EEUU, George W. Bush, en una rueda de prensa en la Zona Verde de Bagdad. El periodista, que fue brutalmente golpeado antes y después de estar bajo custodia y sigue detenido sin cargos, arrojó sus zapatos a Bush al tiempo que lo llamaba “perro”. Antes de eso, Zaidi, junto a decenas de periodistas, había escuchado como Bush decía sin ningún tipo de vergüenza que la invasión ilegal que él inició hace cinco años había sido “necesaria para la seguridad norteamericana, la estabilidad iraquí y la paz mundial”, y simplemente no aguantó más. Lo que la mayor parte de los medios no cuentan es que, al tirar sus zapatos, Al Zaidi dijo otra cosa: “esto es de parte de las viudas, los huérfanos y todos los que han muerto en Irak”. Al decir esto, seguro que pensaba en Zahra, la niña iraquí que fue asesinada por las fuerzas ocupantes mientras iba de camino a la escuela y sobre la cual él realizó su mejor reportaje. Los zapatos que volaron hacia Bush representan el millón de iraquíes asesinados en estos cinco años, las bombas en las bodas afganas y los detenidos y torturados en Guantánamo, Abu Ghraib y quien sabe donde más. Representan la indignación, más que de un periodista, de un ser humano. Al Zaidi se hartó de las mentiras de Bush y lo llamó por lo que es: un asesino y un criminal, que lleva en sus manos la sangre de un millón de sus compatriotas. Zaidi aprovechó la vergonzosa rueda de prensa de Bush y su títere iraquí, Nouri Al Maliki, para hacer lo que ninguno de los presentes hizo, actuar por los millones cuyas vidas han sido arruinadas por este hombre, esos mismos que nuestros patéticos “medios de comunicación” siempre ignoran.

Pero los zapatos de Ali Zaidi también dejan al descubierto la vergüenza del periodismo mundial, el mal chiste en el que hemos convertido esta profesión. Los muñecos de trapo que van a las ruedas de prensa, asienten sordamente y realizan preguntas preseleccionadas mientras estos sujetos mienten descaradamente son tan culpables como ellos mismos. Los periodistas que no denunciamos que tanto Bush, como Cheney, Rumsfeld y todos los neocons son criminales de guerra, que han violado directamente las Convenciones de Ginebra y deberían comparecer ante la Corte Criminal Internacional somos todos cómplices de sus atrocidades.

Es de esperar que los hipócritas líderes mundiales y religiosos y los ridículos organismos que dirigen actúen como si la ley solo se aplicara a los Mugabes y Al Bashirs del mundo, pero que lo hagan los medios es intolerable. Los periodistas, antes que nada somos seres humanos, y tenemos un deber moral: informar a la sociedad y, como dice Amira Hass, monitorear los centros de poder. El periodista debe cuestionar y ser agresivo porque tiene privilegios que los demás ciudadanos no tienen. Tirar zapatos definitivamente no es la solución, pero la responsabilidad de que gente como esta pueda salirse con la suya recae pesadamente sobre nuestros hombros. Antes que nada, debemos preguntarnos ¿vamos a ser cómplices de estos criminales? La respuesta debe ser NO: se lo debemos a un millón de iraquíes, entre ellos Zahra, la niña del reportaje de Al Zaidi.
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Sobre la Paz en la Tierra de Palestina

Panamá, 12.Diciembre.2008


Israel tiene un dilema. Y no es cualquier dilema, pues su existencia tal y como lo conocemos en la actualidad depende críticamente de él. El “sueño hecho realidad” del sionismo se encuentra ante tres preciados tesoros: la democracia, la naturaleza judía del Estado, y los territorios ocupados en la Guerra de los Seis Días (el Golán es otro tema). Generoso, el destino le está dejando escoger dos de esos tres. Y en esas se encuentra: si escoge ser democrático y judío, tendrá que despedirse de los territorios. Si escoge ser democrático y conservar los territorios tendrá que despedirse de su naturaleza de Estado étnico/religioso, y si escoge conservar los territorios y su naturaleza judía está irremediablemente abocado a no ser democrático. Y no es que ya lo sea mucho, como podrán atestiguar el 20% de los ciudadanos de descendencia árabe.

En las últimas dos décadas, la discusión del conflicto palestino-israelí se centra, equivocada e intencionalmente, en alcanzar la paz. Para ello, sostienen las “lumbreras” internacionales, Israel debe soltar el tesoro de los territorios, permitir la creación de un Estado palestino en las fronteras pre-1967 (con mínimas variaciones e intercambios de territorio 1:1) con Jerusalén Oriental como su capital, y alcanzar un acuerdo sobre el tema de los refugiados palestinos y su derecho al retorno, amparado en la Resolución 194 de la ONU. Todos estos lineamientos han sido claramente definidos a lo largo de los 20 años en los que el dilema tricefálico israelí lleva existiendo. Este escenario se vio reforzado cuando en 2002 los 22 países árabes reunidos en Beirut firmaron una iniciativa de paz que ofrecía total reconocimiento al Estado de Israel, el establecimiento de relaciones diplomáticas completas y considerar el conflicto árabe-israelí terminado a cambio de las condiciones expuestas arriba. La iniciativa, que fue ratificada en Riyad hace un año, iba incluso más allá: ofrecía a Israel el poder de veto sobre la futura solución al problema de los refugiados. La Iniciativa Árabe de Paz (como se le conoce actualmente) ha sido alabada casi unánimemente a nivel internacional (especialmente comparada con los 3 “nos” de 1967 en Jartún) como el modelo a seguir para resolver el conflicto.

El pedazo de la historia que no se suele contar es que todo el marco en el que se centra la discusión, el mencionado dilema israelí, se basa en una oferta hecha el 15 de noviembre de 1988, cuando la OLP (organización para la liberación de palestina), mediante la Declaración Palestina de Independencia (Algiers), aceptó como solución al conflicto la creación de un Estado palestino en las fronteras de 1967. Ese día, el pueblo palestino renunció al 78% de la Palestina histórica a cambio de paz. Esa oferta, que aún está vigente, no deja de ser una oferta. Y como toda oferta, puede ser retirada.

En agosto, un grupo de intelectuales palestinos dentro y fuera de los territorios (el Palestine Strategy Study Group) elaboró un documento titulado “Recuperando la iniciativa: Opciones estratégicas palestinas para finalizar la ocupación israelí” (el documento puede ser descargado en inglés en www.palestinestrategygroup.ps) en el que declaran que Israel “sobreestima su propia fortaleza y subestima las oportunidades estratégicas abiertas a los palestinos”. El documento asegura que los cuatro escenarios atractivos para Israel --la prolongación indefinida de las negociaciones (y del status quo), la partición provisional del territorio o “solución provisional de dos Estados”, la separación unilateral estilo Gaza (que muchos temen que se lleve a cabo una vez completado el 'Muro de Seguridad') y el 'retorno' de Jordania y Egipto a la Cisjordania y la Franja de Gaza respectivamente-- son inaceptables para los palestinos y, más aún, pueden ser bloqueados por ellos. Para ello, los intelectuales proponen cuatro estrategias principales: primero, la retirada de la oferta de 1988 ; segundo, la reconstitución de la Autoridad Palestina (incluyendo una posible disolución); tercero, una resistencia 'inteligente' (opuesta, por supuesto, a la inútil estrategia de cohetes artesanales y piedras frente a los tanques israelíes) y, por último, la introducción de un futuro Estado binacional como la alternativa preferida por el pueblo palestino. Estas cuatro estrategias, sostiene el Dr. Bashir Bashir, miembro del grupo al que tuve el placer de conocer en Jerusalén, “están al alcance de los palestinos” y, más aún, “no hay nada que Israel pueda hacer para evitarlo. Aquí hay algo que debe quedar claro: los palestinos no luchamos por un Estado ni por la paz, luchamos por reconocimiento, por tener derechos, por nuestra identidad, por acabar con la ocupación y la humillación. Hace 20 años le hicimos a Israel una oferta sin precedentes, que se vio reforzada por la Iniciativa Árabe. Les estamos dando el 78% de la tierra en la que vivíamos, y no aceptan. ¿Qué más quieren?”.

Después de una semana en Israel, de escuchar toda clase de opiniones de parte de verdaderas eminencias en la materia, eso mismo me pregunto yo: ¿Porqué, 20 años después, Israel no acepta la oferta? ¿Porqué siguen expandiéndose los asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Oriental? ¿No se dan cuenta de que el tiempo y la demografía están del lado palestino? ¿No se da cuenta de que el conflicto y su posible resolución están enmarcados en una retórica irreal, que la existencia de un Estado palestino es crítica para la supervivencia del Estado de Israel pero no así para el pueblo palestino?

Durante una charla, le sugerí la posibilidad de un Estado binacional al expositor. Su respuesta me resumió bastante bien la actitud israelí: “para los israelíes es más importante que el Estado sea judío que democrático. Si esto no va a ser un Estado judío, ¿qué sentido tiene vivir aquí? Casi todo el mundo se iría”. Desde ese día, todas las mañanas me levanto con la ilusión de mirar las noticias y enterarme que la Autoridad Palestina y Hamás han decidido disolver la resistencia, abandonan la idea de un Estado palestino, y piden a Israel pacíficamente vivir todos juntos en la tierra de Palestina, incluyendo los vergonzosos cinco millones de refugiados palestinos alrededor del mundo. La pelota estaría en el tejado israelí. Después de 20 años de ser incapaces de resolver el dilema, los palestinos lo hicieron por ellos. ¿Y ahora qué?

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Un Nido de Halcones
Panamá, 09.Diciembre.2008

Las alarmas llevaban ya un tiempo sonando, pero nadie las quería escuchar. Antes del 4 de noviembre, el imperativo era llevar a Obama a la presidencia como fuera. “Vota primero, pregunta después” era la lógica del momento. Después de agotada la euforia y derramadas las lágrimas, amaneció y los pacifistas y liberales descubrieron que el planeta sigue girando a la misma velocidad que antes. El 20 de noviembre, el diario Los Angeles Times reportó que “Grupos antiguerra y otros liberales están altamente preocupados ante las señales de que el equipo de seguridad nacional de Barack Obama estará dominado por miembros que favorecieron la invasión a Irak y que son considerados 'halcones' en otros temas importantes de política exterior”. “Es increíble que ni siquiera uno de los 23 senadores y 133 representantes que votaron en contra de la guerra está entre los candidatos”, dijo desesperado Sam Husseini, del Institute for Public Accuracy.


Los temores de Husseini --y de tantos otros-- terminaron por confirmarse. Once días después, el presidente electo presentó a su equipo de política exterior. Hillary Clinton será, a partir del 20 de enero, la nueva secretaria de Estado. Susan Rice reemplazará a Zalmay Khalilzad como embajadora estadounidense ante la ONU; James Jones será el nuevo asesor de Seguridad Nacional y Robert Gates permanecerá como Secretario de Defensa.

Las aseveraciones pacifistas no son del todo ciertas. Irónicamente, el único de los seleccionados que se opuso a la guerra no fue un miembro del Congreso, sino un militar. El General retirado James Jones, designado asesor de Seguridad Nacional, se opuso públicamente a la invasión y posee fama de haberse enfrentado en varias ocasiones a los neocons en el Pentágono de Donald Rumsfeld. Sin embargo, parece no haberlo hecho con la firmeza suficiente: la revista Time lo describió como “el hombre que lideró a los Marines en los días previos a la Guerra, y no se atrevió a criticar públicamente la mala planificació de la operación”. Más aún, Jones dijo que la fijación de fechas para la retirada de Irak estaba “en contra del interés nacional”.

Al ver la terna, el nombre de Susan Rice salta como quizás la única esperanza para los liberales. Rice asegura haberse opuesto a la Guerra en Irak, pero lo cierto es que no tuvo que votar al respecto (como Obama). Sin embargo, la “experta” apoyó el mito de las armas de destrucción masiva diciendo en NPR (Radio Pública Nacional) en diciembre de 2002 que “está claro que Irak es una gran amenaza, y sus armas de destrucción masiva deben ser confrontadas con la fuerza”. Extraña manera de oponerse a la guerra.

En el epicentro de la polémica se encuentra sin duda dos personas: Hillary Clinton y Robert Gates. Durante las primarias demócratas (en las que se esforzó por parecer “dura”), Clinton dijo que la intención de Obama de hablar con los Ahmadinejads del mundo era “irresponsable e ingenua”. En el senado, votó a favor de la invasión a Irak en 2003 –a pesar de una gran presión en las primarias, nunca dijo arrepentirse de haberlo hecho— y de designar a la Guardia Revolucionaria Iraní como una organización terrorista. Clinton también ha dicho públicamente que EEUU puede “arrasar por completo” a Irán si usara armas nucleares contra Israel. Para muchos progresistas, Hillary Clinton no es precisamente su idea de “cambio”. Para otros, como el neoconservador Max Boot, Clinton representa “una mujer que está más bien en la derecha del Partido Demócrata en cuanto a cuestiones de seguridad nacional”, que será una “voz poderosa” para el “neoliberalismo, que no es tan diferente del neoconservadurismo”.

Sin embargo, lo que para muchos es decepción y pesimismo, para algunos es un sentido impecable de la política. Para el célebre Dan Rather, Hillary Clinton es la mejor persona en el mundo para contrarrestar las previsibles críticas que un acercamiento a Irán generaría en Israel (donde Clinton es probablemente la política estadounidense más popular). De la misma manera, las medidas de Obama lucirán menos “ingenuas” al ser ejecutadas por su antigua adversaria.

El que Obama haya escogido libremente a la persona escogida por George W. Bush como secretario de Defensa, Robert Gates, es aún más revelador. Gates goza de un extenso historial en la CIA, incluído un polémico rol en el escándalo Iran-Contra de 1986 y es conocido que abogó por bombardear Nicaragua para sacar a los sandinistas del poder en 1984. Por contra, Rather opina que, en el caso de Gates, Obama ha decidido ir a lo seguro y mantener la marca “Bush” en ese desastre llamado Irak. Mantener a Gates dificultará a los adversarios de Obama acusarlo de buscar una “derrota” en esa Guerra.

Sea Obama un genio político o un sueño mojado, lo cierto es que su selección fue recibida con beneplácito y “alivio” (Karl Rove) en algunos sectores estadounidenses. En concreto, por los neoconservadores: el 25 de noviembre, el líder neoconservador Max Boot opinó en la revista Commentary acerca de los nombramientos --que serían confirmados seis días después-- que “estoy alucinado con ellos, muchos de los cuales pudieron haber venido de un presidente McCain. Hasta ahora, he de decir que Obama está superando mis expectativas”. Otro peso pesado de los neocons, Michael Goldfarb, escribió en la Weekly Standard que no ve “nada que represente un cambio drástico de la manera como funciona Washington. La expectativa es que Obama va a continuar el rumbo de Bush en su segundo término”. ¿Alguien dijo cambio?

Lastimosamente (y quizás de manera previsible), la izquierda liberal estadounidense, que se entregó casi al completo a la Obama-manía, está empezando a despertar del sueño. “¿Como explicar que ni un sólo miembro del equipo se haya opuesto a la guerra?”, se lamentó hace unos días Katrina vanden Heuvel, editora de la revista The Nation. “Para Obama, que ha dicho que quiere ser desafiado por sus asesores, ¿no tendría sentido incluir al menos una persona que lo desafiara con ideas nuevas acerca de la seguridad en el siglo XXI?”. Al parecer no, no lo tiene. Como diría Hillary: “Shame on you, Barack Obama”.
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¿Et tu, Barack?

Panamá, 18.Noviembre.2008


A lo largo de toda la campaña presidencial de EEUU, observé con curiosidad y asombro el abismo existente entre lo que he dado en llamar el Obama “ideal” y el Obama “real”. Confieso que en momentos puntuales, como el de su discurso de aceptación, me dejé llevar por la emoción y abrazé la ilusión de que Obama es lo que el mundo necesita, de que él va a acabar con todas las atrocidades cometidas durante los ocho años de Gobierno de Bush y Dick “el diablo” Cheney.

Admito que Obama hizo una extraordinaria campaña. Admito que tiene un carisma casi irresistible y es uno de los mejores oradores de su generación. Admito que ha logrado de manera brillante atraer –y conservar—a una gran cantidad de activistas a su causa. Sin comprometerse absolutamente a nada (ni siquiera asistió a la cumbre del G-20), Obama fue el candidato de los ecologistas, de los pacifistas y de gran parte de la alienada izquierda estadounidense. Pero, ¿existe algún motivo para creer que Obama va a cambiar realmente algo? ¿Ha dicho o hecho algo el ahora presidente electo que pueda llevar a pensar que va a retirar las tropas de Irak y Afganistán, terminar la pseudo guerra fría con Rusia, acabar con el apoyo ciego a las brutales políticas de Israel en Palestina y el Medio Oriente, aclarar las cosas con Irán o levantar el embargo a Cuba? La realidad, lastimosamente, es que Obama no sólo no ha dicho o hecho nada que presagie que estas cosas van a cambiar, sino que en dos semanas ya ha enviado señales más que significativas para predecir que el cambio tendrá que esperar.

En una decisión más propia de otro Barak –Ehud--, Obama nombró a Rahm Emanuel como su jefe de Gabinete. Emanuel es un ex ciudadano israelí y su padre fue miembro del grupo sionista (y terrorista) Irgún, responsable, entre otras cosas, del bombardeo en 1946 del hotel Rey David en Jerusalén y de la masacre de Deir Yassin en 1948, en la que más de 100 campesinos palestinos fueron asesinados. Si 1948 les suena muy lejos, lean la entrevista que el mencionado sujeto concedió al diario israelí Ma'ariv, en las que dejo aunténticas perlas como: “¿Por qué no va a influenciar mi hijo a Obama a favor de Israel? ¿Qué es él, un árabe? No va a limpiar los pisos en la Casa Blanca”. En el mundo árabe, por supuesto, la noticia cayó como una patada en el hígado. El diario Middle East Times tituló “Obama empieza con el pie equivocado” y calificó la decisión de “decepcionante”. A pesar de que Emanuel Jr. tuvo que disculparse por las declaraciones de su padre, todo indica que el “cambio” para los árabes duró aproximadamente 48 horas. Excelente manera de empezar.

En Rusia, sin embargo, aún mantienen las esperanzas. Al día siguiente del triunfo de Obama, el Gobierno ruso anunció el despliegue de misiles tácticos en Kaliningrado si EEUU proseguía con los planes de montar un sistema antimisiles en Europa del Este, dejándole de esta manera la primera cáscara de plátano para el presidente electo. Obama, lejos de honrar el “cambio” y anunciar el final del proyecto, aseguró tres días después al presidente polaco Lech Kaczynski que “el escudo antimisiles seguiría adelante, a pesar de las amenazas de Rusia”(AFP). A pesar de que luego se apresuró a desmentirlo en boca de uno de sus asesores, Obama no se ha pronunciado al respecto, lo que ha provocado que el presidente ruso Medvédev lo haya invitado a dialogar cuanto antes acerca del tema, según reportó el sábado la agencia AP.

En Irán el cambio también se ve distante. A pesar de que la Agencia Internacional de Energía Atómica declaró en febrero que el esfuerzo nuclear de Irán era completamente legítimo --e incluso alabó su cooperación--, y a la espera de un nuevo reporte que su director Mohammed El Baradei presentará esta semana, las felicitaciones de Mamud Ahmadinejad a Obama y sus –aparentemente-- buenas intenciones han caído en saco roto. Obama, como si de una versión negra de Bush se tratara, declaró recientemente que “el esfuerzo iraní de construir un arma nuclear es inaceptable”. No existe ninguna evidencia de que Irán --que por haber firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear (algo que Israel, que posee más de 400 armas nucleares, no ha hecho) tiene derecho a enriquecer uranio-- esté buscando construir un arma nuclear. Si bien Obama está dispuesto a utilizar la diplomacia con Ahmadinejad, su actitud hacia el tema iraní no difiere de la de su predecesor y ciertamente dista mucho del “cambio” que prometió.

Mientras muchos aún celebran la elección del Obama ideal, el Obama real ya ha empezado a dejar detalles de lo que será su administración. El analista político James Carville suele decir que “las campañas son el momento de apuñalar a tus enemigos, pero las transiciones son el momento de apuñalar a tus amigos”. Pero, ¿ha apuñalado Obama a alguien? Para ser honestos, al presidente electo no se le puede culpar. Habiendo seguido las elecciones día a día y habiendo escrito abundantemente sobre el tema, puedo decir que, más allá de un vago compromiso de retirar las tropas de Irak (para mandarlas a Afganistán) y la casi obligatoria promesa de cerrar la cárcel (que no la base militar) de Guantánamo, Obama no ha dicho absolutamente nada que indique que va a haber ningún cambio: Rusia seguirá siendo un imperio maligno (Obama y McCain dixit), Irán seguirá desviviéndose por fabricar un arma nuclear para inmediatamente borrar a Israel del mapa (sin importarle que Israel tenga suficientes armas nucleares para destruir el mundo entero), los palestinos seguirán viviendo como animales enjaulados en Gaza y Cisjordania, las bombas seguirán cayendo sobre las bodas afganas, y las más de 700 bases militares estadounidenses por el mundo seguirán representando los valores de un país amante de la libertad y la democracia. Como dijo recientemente Michael Moore: “esperemos que Obama rompa todas sus promesas electorales”.

Pero la culpa es nuestra, pues olvidamos demasiado rápido que los grandes cambios siempre vienen de abajo, cuando la gente se organiza. Perdemos de vista que todos los logros humanos, desde la abolición de la esclavitud hasta el voto femenino han sido conquistados por movimientos populares, y no por líderes de descendencia exótica y verbo florido. No reparamos en que los Gandhis, Luther Kings o Mandelas de este mundo no necesitaron de campañas millonarias pero sí de infinidad de rostros anónimos detrás de ellos para lograr las cosas que lograron. Gente que no pasará a la historia pero cuya importancia es igual o mayor que la de esos líderes. Mientras sigamos olvidándonos de eso, mientras sigamos votando al “menos malo”, mientras sigamos intentando encontrar “cambio” dentro del sistema, en fin, mientras no entendamos que los intereses populares antagonizan por naturaleza con los intereses del poder establecido, seguiremos estrellándonos con los Obamas de turno.

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Colombia: del 'Jaque' a los Falsos Positivos
Panamá, 12.Noviembre.2008

Hace poco más de 4 meses, el 2 de Julio, el ejército colombiano llevó a cabo la Operación Jaque. La ex candidata presidencial Ingrid Bethancourt y 14 personas más fueron rescatadas de manos de las FARC. La espectacular operación generó apasionados elogios a nivel mundial hacia el ejército y el Gobierno colombianos. El presidente Álvaro Uribe llegó a alcanzar un 92% de popularidad y su segunda reelección era casi un hecho. El ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, recibía panegíricos provenientes de todas las latitudes e inclusive se le veía como el sucesor natural de Uribe en caso de que éste decidiera no ir por un tercer mandato. Por último, el comandante del ejército, Mario Montoya, alcanzaba la gloria militar tras liderar la operación más exitosa de la historia colombiana. La operación fue un éxito hasta para el entonces candidato presidencial en EEUU, John McCain. El senador, que se encontraba de visita ese día en Colombia, vio en directo los frutos de su incondicional apoyo al Plan Colombia. Antes de irse, McCain aseguró a Uribe que bajo su Gobierno, el TLC estaba más que garantizado.


Pero no todos fueron elogios. Una gran cantidad de personalidades y medios de comunicación se encargaron de resaltar algunos aspectos “extraños” de la operación, entre ellos el uso fraudulento del nombre de la Cruz Roja y el aprovechamiento por parte del ejército colombiano de un trato pactado con anterioridad entre las FARC y dos diplomáticos europeos. La agencia IPS, en un reporte titulado “El General al que se abrazó Ingrid”, llamó la atención, entre otras cosas, sobre “el hallazgo en 2007 de una fosa común en el departamento de Putumayo, con restos de más de 100 víctimas asesinadas durante el mismo período en que Montoya lideró la Fuerza de Tarea Conjunta del Sur (Joint Task Force South)”. En aquellos gloriosos momentos, esas víctimas halladas en Putumayo eran consideradas por el Gobierno como “guerrilleros vestidos de civil”.

Cuatro meses han pasado, y una serie de eventos negativos para el Gobierno colombiano han cambiado el panorama por completo. Primero fue el enfrentamiento del presidente con su propio órgano judicial, un asunto que muchos entendieron como un intento de proteger a muchos personajes cercanos a Uribe que tenían demostrados nexos con grupos paramilitares. El 16 de octubre, la organización internacional Human Rights Watch publicó un informe en el que –coincidencia o no— acusó al Gobierno de “obstaculizar la justicia”. Semanas después, el 28 de octubre, el otro gigante de los derechos humanos, Amnistía Internacional, se sumaba a HRW y reportaba que “la impunidad sigue siendo la norma en la mayoría de los casos de abusos a los DDHH” y pedía a EEUU y otros países que “suspendan la ayuda militar a Colombia hasta que contenga un aumento en las muertes de civiles cometidas por las fuerzas de seguridad”. Uribe se pasó el mes de octubre descalificando a estas organizaciones, llegando a decir que a José Miguel Vivanco, director para América de HRW, “le habían perdido el respeto en Colombia hace tiempo” y que Amnistía Internacional no era “nadie para darle lecciones de derechos humanos” a él. Una semana después, Barack Obama –crítico del TLC con Colombia precisamente por las violaciones a los derechos humanos— dejaba KO a John McCain en las elecciones de EEUU. Quizá entonces Uribe, Santos y compañía se empezaron a preocupar.

Hoy, víctimas como las encontradas en 2007 en Putumayo son conocidas como “falsos positivos”: asesinatos de civiles inocentes que luego se hacen pasar por guerrilleros. El esćandalo que ha generado el hallazgo de los cadáveres de unos jóvenes que habían desaparecido en la localidad de Soacha, afueras de Bogotá y que habían sido reportados como guerrilleros ya ha alcanzado a casi una treintena de oficiales del ejército –entre ellos tres Generales—, que fueron destituidos el 29 de octubre, y al mismísimo General Montoya –el héroes de la Operación Jaque— que presentó su renuncia hace poco más de una semana. Horas después de su renuncia, la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU (cuyo presidente es Joe Biden, vicepresidente electo) determinó que el Plan Colombia fracasó en algunos de sus objetivos. La BBC reportó que “el objetivo de reducir el cultivo, procesamiento y distribución de drogas ilegales (...) no se logró completamente”. Sin embargo, el Senado norteamericano reconoció que Colombia “mejoró su clima de seguridad”.

¿Porqué recurrir a falsos positivos? En una columna para la revista Semana, el periodista Juan Diego Restrepo lo explica bastante bien al decir que “las guarniciones militares (...) fueron formadas (...) para presentar resultados en la guerra. Y justo una de las estrategias para lograrlo es recurrir a las ejecuciones extrajudiciales y mostrar avances operacionales satisfactorios en su lucha contra las guerrillas”. Son precisamente esos “resultados” los que permiten al Senado norteamericano concluir que Colombia “mejoró su clima de seguridad” y así aprobar los más de 500 millones de dólares anuales que recibe el país de parte de EEUU. Sí, los números son fríos.

Por otro lado, los falsos positivos se dan en todas las guerras. En Afganistán, por ejemplo, se les llama “talibanes”; en Irak simplemente “insurgentes”. En Palestina son “militantes” y “terroristas”. Lo que hace que el caso colombiano sea sui generis es, sin duda, que los asesinatos son perpetrados por el ejército contra aquellas personas a las que se supone debe defender: sus inocentes compatriotas. Extraño y macabro el círculo vicioso del Gobierno y las Fuerzas Armadas colombianas que les lleva a asesinar a civiles para presentar unos resultados que permitirán una ayuda económica y militar supuestamente destinada para proteger a esos mismos civiles.

Hasta ahora, como afirma Restrepo, cualquier cuestionamiento de las fuerzas públicas era descartado por Uribe diciendo que esos informes “adelantaban una guerra jurídica para favorecer a la guerrilla o que las personas asesinadas eran guerrilleros vestidos de civil”. Llama poderosamente la atención que el cambio en la actitud de Uribe coincide con la condena de dos organizaciones internacionales de derechos humanos y –por encima de todo-- con la elección de Barack Obama como nuevo presidente de EEUU.

La BBC, que aseguró que “el informe se da a conocer en medio de un clima favorable a la reducción de la ayuda económica a Colombia”, reportó también que el ministro de Defensa Juan Manuel Santos “está dispuesto a ir a Washington para defender el Plan Colombia con el equipo de Barack Obama”. A día de hoy, defender el Plan Colombia y lograr la aprobación del TLC parecen tareas más complicadas que nunca.
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Obama, Bush y la Transición

Panamá, 06.Noviembre.2008


Con la elección de un nuevo presidente, Estados Unidos ha entrado en lo que se conoce como “Período de Transición”. En él, el presidente saliente intenta dejar todo en el mayor orden posible para que el presidente entrante –especialmente si es del partido opuesto—encuentre la casa en orden y pueda empezar de la mejor manera sus cuatro años de Gobierno.

Esto, por supuesto, es pura fantasía. El período de transición supone –en cualquier país “democrático— la forma más libre e inescrutable de poder: el presidente saliente no tendrá que enfrentar más nunca al público y sus actos tampoco influirán en ninguna campaña política.

La pregunta se cae de su propio peso: ¿Qué hará George W. Bush, presidente que en sus ocho años de mandato llevó a Estados Unidos a dos guerras de agresión, legalizó la tortura y el espionaje interno y deja el país en la mayor crisis económica del siglo? El célebre ministro baptista Jesse Jackson escribía en el Chicago Sun-Times que “aunque nuestras mentes, contra toda disciplina, nos lleven a soñar con los primeros 100 días de Obama, son otros 100 días a los que les tenemos que prestar atención: los últimos del presidente Bush”.

EL ATAQUE EN SIRIA

Las respuestas podríamos a empezar a encontrarlas en un hecho ocurrido hace 12 días: el ataque estadounidense sobre suelo sirio que dejó un saldo de ocho civiles muertos (cuatro niños). El 26 de octubre, helicópteros estadounidenses entraron a Siria desde Irak y atacaron la aldea de Sukkariyeh cerca de la ciudad de Abu Kamal. El objetivo, dicen, era matar a varios “simpatizantes” de Al-Qaeda, principalmente Abu Ghadiya, supuesto coordinador de esta organización en Siria.

Con este ataque, muchos creen que el presidente Bush se encargó de mandar una serie de importantes mensajes. Primero, a los sirios, recordándoles quien es el “jefe” en la región. Segundo, a los europeos, en especial al presidente francés Nicolas Sarkozy –que invitó al presidente sirio Assad a París—y al canciller británico David Miliband –que recibió a su homólogo sirio Walid al-Muallem en Londres solo 24 horas después del ataque, y tercero, a su propio gabinete, ante los rumores de que Condoleezza Rice podría haber solicitado una reunión con Muallem durante las reuniones de la ONU en septiembre. Otros, sin embargo, restan importancia al asunto y aseguran que el objetivo, Abu Ghadiya, era muy importante como para dejarlo escapar.

Sea cual sea la lectura, el ataque encaja en el patrón que ha caracterizado a la administración Bush-Cheney: fue totalmente unilateral, violó fronteras soberanas y leyes internacionales, y utilizó la fuerza como primera opción. Como souvenir de los últimos ocho años sería imposible de mejorar.

ANTECEDENTES

Sea cual sea el papel que se le asigne al ataque en Siria –como aperitivo de lo que nos espera y como hecho aislado--, lo cierto es que el periodo de transición en los últimos 20 años ha sido todo menos tranquilo. En enero de 1989, el presidente saliente Ronald Reagan reconoció a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como la legítima representante del pueblo palestino. Esta decisión –considerada un regalo de bienvenida a su correligionario George H. W. Bush-- facilitó enormemente el camino hacia los futuros Acuerdos de Oslo. Bush, sin embargo, no fue tan generoso con su sucesor demócrata Bill Clinton: en diciembre de 1992 ordenó la intervención de tropas estadounidenses en Somalia. Ocho años después, Clinton intentó sin éxito lograr un acuerdo para solucionar el conflicto palestino-israelí, pero aún así dejó como legado unos parámetros de negociación (los “parámetros Clinton”) que son válidos a día de hoy.

LA INCÓGNITA

Entonces, ¿cual será el “regalo de bienvenida” de Bush para Barack Obama? Los últimos meses han traído “victorias” para Bush en forma del acuerdo nuclear con la India y la eliminación de Corea del Norte de su lista negra de países terroristas. Por otro lado, es probable que la Casa Blanca guarde aún esperanzas –aunque mínimas-- de lograr la aprobación en el Congreso de los TLC con Colombia y Corea del Sur. Bush planea también viajar a Perú para la cumbre del Foro de Cooperación Asia Pacífico, y no se descarta una última visita a Irak. Estos motivos han llevado a los optimistas a creer que Bush podría intentar (no sería la primera vez) dejar un legado perdurable en el panorama internacional, concretamente en el conflicto palestino-israelí, aunque la complicada situación política que vive Israel hace muy difícil, por no decir imposible, la posibilidad de un acuerdo antes de finales de enero, cuando Obama lo relevará en el cargo. Sin embargo, quedan otras opciones: podría emular a Reagan y reconocer Hamás. Podría inclusive, sueñan algunos, cambiar sus políticas en la región, disculparse con Siria, o hasta iniciar el diálogo con Irán (algo que Obama parece inclinado a hacer en todo caso).

Por supuesto, Bush podría también dejarle el panorama aún más turbio a Obama repitiendo acciones similares a la de hace 12 días en Siria. Pakistán –donde sucedió también hace poco—podría ser un objetivo. Pero si de verdad quisiera empeorar las cosas, podría intensificar su presencia militar en el Cáucaso –ennervando aún más a los rusos-- o incluso intentar un ataque en Irán (que ya advirtió que responderá con “el doble de la fuerza” ante cualquier violación de su soberanía).

Bush, informó la agencia AP el pasado 12 de octubre, “ha dejado claro que quiere que la transición sea lo más tranquila posible”. El asesor presidencial Ed Gillespie declaró que “los últimos días van a parecerse más a los primeros de lo que cualquiera hubiera querido”.

Para Barack Obama, será mejor que Gillespie tenga razón.


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Sr. Presidente, Bienvenido a Irakistán
Panamá, 31.Octubre.2008

El 27 de diciembre de 1979, 700 tropas soviéticas ocuparon la ciudad de Kabul. De esta manera se dio inicio a una guerra de ocupación que duró nueve años y que para muchos expertos fue un hecho clave en el colapso de la Unión Soviética un año después, en 1989.

Los soviéticos —como los ingleses en el siglo XIX y hasta las tropas de Alejandro Magno en la Antigüedad— abandonaron el país con el rabo entre las piernas (de hecho, ningún ejército extranjero ha ganado una guerra en Afganistán). Después de nueve años de guerra, fueron forzados a retirarse del país por los mismos guerreros que, dos décadas después, son conocidos como “Al-Qaeda” o “talibanes”.

En aquel entonces, como peleaban contra los soviéticos, los insurgentes recibieron ayuda, financiamiento y entrenamiento de parte de Estados Unidos. En 1998, la revista francesa Le Nouvel Observateur entrevistó a Zbigniew Brezinski, asesor de Seguridad Nacional de Jimmy Carter. Al ser cuestionado por el financiamiento a la resistencia Mujahadeen (inclusive 6 meses antes de la invasión soviética), Brezinski, con cierto morbo, declaró tranquilamente que “no empujamos a los rusos (sic) a intervenir, pero conscientemente aumentamos las probabilidades de que eso ocurriera”.

(Des)afortunadamente, la historia se repite. Vaya si lo hace. A principios de mes el jefe de las Fuerzas Armadas británicas en Afganistán, Mark Carleton-Smith, declaraba a la prensa de su país que “no vamos a ganar esta guerra. Si los talibanes accedieran a negociar, sería el tipo de progreso que terminaría con un conflicto como este”. Estas declaraciones, sumadas al recrudecimiento de la violencia (desde mayo mueren más soldados en Afganistán que en Irak) y a la crisis financiera que atraviesa Estados Unidos han llevado a varios analistas a presagiar que Estados Unidos —después de 7 años de invasión y con el talibán más fuerte que nunca— sumará su nombre a la larga lista de imperios que han iniciado su ocaso en las montaña afganas.

Por otro lado está Irak. Una guerra que ha costado cualquier cantidad entre 566 billones (National Priorities Project) y tres trillones de dólares (Joseph Stiglitz, premio Nóbel de economía). Una guerra en la que han muerto alrededor de 1.2 millones de iraquíes (“No contamos los cadáveres ajenos”, dijo en Noviembre de 2003 Donald Rumsfeld a Fox News) y cerca de 4200 soldados estadounidenses. Una guerra que levantó un escándalo de tortura que idignó al mundo entero. Una guerra absurda e ilegal que ha destruido un país y ha creado un legado de odio que tardará décadas en ser superado. Una guerra, en fin, en la que nadie, ni los mismos soldados estadounidenses, sabe lo que están haciendo allí, aparte de matar y morir. El siete de octubre, durante el segundo debate presidencial, al ser cuestionado sobre las cosas que no entendía, Barack Obama respondió: “no entiendo como terminamos invadiendo un país que no tenía nada que ver con el 11-S”. Más claro, el agua.

GUERRA BUENA Y GUERRA MALA

El criterio de Obama con respecto a las guerras que enfrenta su país se podría reducir a seis palabras: Afganistán Sí, Irak No, Pakistán quizás. En un artículo publicado el 14 de julio por el New York Times titulado “Mi Plan Para Irak”, el demócrata aseguró que “podemos retirar nuestras brigadas de combate a un ritmo que nos permitiría estar fuera en 16 meses. Luego de esto, una fuerza residual llevará a cabo misiones limitadas”. Obama no dio detalles de qué tan residual sería esa fuerza y qué tan limitadas serían las misiones, pero si aseveró que “terminar esa guerra [Irak] es esencial para poder cumplir nuestros objetivos estratégicos, empezando con Afganistán y Pakistán. Como presidente, empezaré por proporcionar al menos 2 brigadas de combate adicionales para apoyar nuestro esfuerzo en Afganistán”.

Asimismo, el demócrata ha llegado a decir varias veces en los debates presidenciales que hay que “matar a Osama bin Laden” y que “intervendremos en Pakistán si lo hallamos necesario”, lo que ha supuesto una decepción para muchas personas que han visto, perplejas, el giro hacia la derecha que ha dado Obama en los últimos meses. Aún así, muchos aseveran que las promesas de campaña suelen diferir grandemente de lo que sucede durante una presidencia. A la luz de esto, creen que Obama se ha visto obligado a apoyar una guerra –Afganistán, para mantener contenta al sector más “belicoso” de la sociedad norteamericana—y rechazar la otra: Irak, que casualmente es la más impopular.

100 AÑOS EN IRAK

Si la posición de Obama puede ser resumida en cuatro palabras, la de McCain puede resumirse en una: Victoria. Sea lo que sea que entienda el senador McCain por “victoria” en cualquiera de las dos guerras, ha logrado reducir la complejidad de dos invasiones –que llevan siete y cinco años— de manera admirable.

Por supuesto, las palabras de Carleton-Smith parecen no importarle a McCain (ni a Obama, en todo caso). Tampoco el hecho de que, en palabras del periodista inglés Robert Fisk “el Talibán ya controla la mitad del país y, tristemente, es cada vez más aceptado por la población. [El presidente Hamid] Karzai sólo gobierna dentro de su palacio, y con la ayuda de tropas extranjeras”. Los miles y miles de iraquíes y estadounidenses que mueren o son heridos (léase mutilados) a diario, los miles de niños que crecen en un país destruido y que aprenden antes a usar un arma y odiar a Estados Unidos que a hablar son sólo “daños colaterales para el “maverick” republicano.

John McCain considera inaceptable que su oponente demócrata piense en retirar las tropas de Irak. Para McCain esas tropas vendrían “derrotadas y humilladas”, lo que, a su juicio, es aún peor que regresar en ataúdes o sillas de ruedas. En nombre de la victoria, McCain dijo en un mítin republicano en enero (New Hampshire) que “no le importaría” que EEUU pasara 100 años en ese país. A pesar de que luego matizó el comentario, pocos en Estados Unidos dudan de que el republicano hablaba en serio.

EL FUTURO


El panorama en Irak se torna complicado para las fuerzas norteamericanas. El borrador de acuerdo para regularizar la presencia extranjera en Irak tiene altas probabilidades de no ser aprobado por el Parlamento iraquí. Contrario a su homólogo afgano, Nuri al-Maliki, presidente iraquí, ha tomado una posición bastante nacionalista y está exigiendo la total retirada de las tropas extranjeras con fechas concretas. Por otro lado, el clérigo chií Muqtada al-Sadr goza de una creciente influencia y podría convertirse en una amenaza populista más pronto que tarde. Hace pocos días logró reunir a cientos de miles de personas en Baghdad para protestar contra la propuesta de acuerdo. Y es que, a lo largo de la Historia, el único resultado palpable de las invasiones ha sido el legado de odio del invadido hacia el invasor (con nuestro querido Panamá siendo la excepción que confirma la regla): la popularidad de Al-Sadr y la del mismo Talibán lo confirman.

Quien gane la Casa Blanca deberá hacer frente a la retirada de las tropas (guste o no a McCain), ayudar a reconstruir el país y así intentar aminorar los efectos a largo plazo en una población cuyo pan de cada día durante cinco años ha sido la violencia, la humillación y el odio.

En Afganistán, sin embargo, el desastre es aún mayor. Al menos la mitad del país ha vuelto a caer en manos del Talibán, que a la postre ha aumentado su popularidad entre la población civil. El gobierno estadounidense, preocupado, ha nombrado a David Petraeus –a quien se atribuye la reciente disminución de la violencia en Irak— como Comandante en ese país, puesto que asumió el pasado 31 de Octubre.

Pero no todo es guerra. El Gobierno afgano y el Talibán sostuvieron una reunión en Arabia Saudita y el 28 de octubre la agencia Reuters informó que los Gobiernos de Pakistán y Afganistán están dispuestos a establecer negociaciones con los líderes del Talibán, en lo que parece la única salida –tal y como apuntaba Carleton-Smith—a un conflicto que cumplió recientemente su séptimo aniversario y en el que –vergonzosamente—no se sabe la cantidad de personas que han muerto, mucho menos la cantidad de civiles.

“Desde estas montañas vencimos a Alejandro Magno, a los ingleses y venceremos a los soviéticos”. Éstas palabras, dichas por Sibghatullah Mojaddedi –presidente de Afganistán en 1992 y actual líder del Frente Afgano de Liberación Nacional— al periodista estadounidense Eric Margolis, terminaron por ser proféticas. Mojadeddi no incluyó en la frase, sin embargo, la vital ayuda que recibió del Gobierno estadounidense, que entrenó y dio armas a los insurgentes afganos –entre los que se encontraba un tal Osama bin Laden—para expulsar al invasor. Hoy, con los papeles invertidos, Estados Unidos ruega que las palabras proféticas de Mojaddedi no se vuelvan a repetir. Cría cuervos y te sacarán los ojos.
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Más Allá de Obama y McCain

Panamá, 26.Octubre.2008


Para la mayoría de las personas en el mundo –inclusive para una gran cantidad de estadounidenses—, las elecciones presidenciales en EEUU son una contienda que se dirime el primer martes de Noviembre de cada año bisiesto entre dos candidatos, un demócrata y un republicano.

Pero esta es una verdad a medias. Si bien es cierto que, en el caso actual, Barack Obama y John McCain son los únicos candidatos que aparecerán en las papeletas en los 50 Estados y el distrito de Columbia, existen casi 40 candidatos a presidente en los Estados Unidos. De estos, sólo seis parten con posibilidades matemáticas de ser presidente (Obama, McCain, Ralph Nader, Chuck Baldwin, Cynthia McKinney y Bob Barr), catorce se encuentran en las papeletas de más de un Estado, y siete se encuentran en papeletas de un solo Estado. Los restantes se postulan como candidatos “write-in”, o sea que el votante debe escribir sus nombres en la papeleta para poder votar por ellos.

VOCES SILENCIADAS

El motivo por el que éstas voces (sobre todo las de Nader, Barr, McKinney y Baldwin) son tan poco conocidas es precisamente por los esfuerzos realizados por los dos grandes partidos por mantenerlas alejadas del público norteamericano. Desde 1988, cuando ambos partidos crearon conjuntamente la Comisión de Debates Presidenciales, sólo un candidato independiente –Ross Perot en 1992—ha participado de un debate presidencial, y fue luego del consentimiento previo de Bill Clinton y George H. W. Bush. La Comisión exige un 15% de apoyo en las encuestas para poder participar en los debates, algo que, para Ralph Nader “crea un círculo vicioso. Jamás vamos a llegar a ese porcentaje sin poder exponer nuestros puntos de vista al público en los debates”.

RALPH NADER: EL ACTIVISTA

Las elecciones 2008 serán la quinta vez que Ralph Nader figure en las papeletas como candidato presidencial, y la tercera en la que haya llevado a cabo oficialmente una campaña. Saltó a la fama en el año 2000, cuando obtuvo casi tres millones de votos (2.74%) a nivel nacional, y fue culpado por las masas demócratas de haber ayudado, indirectamente, a la victoria de George Bush al dividir a los progresistas que, de no haber figurado Nader, habrían votado por Al Gore.

Su mensaje es claro, y entre otras cosas, sobresale las propuestas de crear una seguridad social, cortar el presupuesto militar, medidas agresivas contra las corporaciones, la apertura de los debates presidenciales, invertir la política de Estados Unidos en Medio Oriente y la impugnación de George Bush y Dick Cheney.

Nader ha recibido el apoyo formal de personalidades como el columnista Chris Hedges, el ex senador James Abourezk, el ex alcalde de Salt Lake City Rocky Anderson y hasta la anterior elección el reconocido productor de documentales Michael Moore (que este año apoya a Barack Obama).

CYNTHIA MCKINNEY: LA PROFESORA

La candidata por el Partido Verde se ha granjeado una gran fama por sus polémicas intervenciones durante sus tres términos en la Cámara de Representantes, de la que salió en enero de 2007. En 2002, después de nueve años en la Cámara, fue derrotada en parte debido a una controversial intervención en la que sugirió que el presidente Bush tenía conocimiento de los ataques del 11-S. En 2004 regresa a la Cámara Baja del Congreso y entre sus acciones más famosas está la petición de desclasificar documentos relacionados con el asesinato de Martin Luther King, Jr. Hasta 2007 defendió todas las propuestas de leyes anti guerra e incluyó artículos que permitieran impugnar a George Bush, Dick Cheney y Condoleezza Rice.

CHUCK BALDWIN: EL PASTOR

El pastor bautitsta y locutor de radio es el candidato por el Partido de la Constitución. Fundado en 1992, este partido aboga una fuerte adherencia a la Constitución original de EEUU. Muchos miembros de este partido creen que el Partido Republicano y el Partido Demócrata son corruptos y subversivos por naturaleza. En 2000, los Constitucionalistas obtuvieron 98,020 votos (0.09%) y en 2004 144,421 sufragios (0.12%).

BOB BARR: EL FISCAL

Robert Barr, candidato del Partido Libertario, saltó a la palestra pública como uno de los líderes de la impugnación al presidente Bill Clinton. En 2004 abandonó el Partido Republicano y apoyó públicamente a Michael Badnarik, candidato del Partido Libertario, al que su uniría en 2006. Arduo defensor del libre mercado y las libertades individuales, Barr resume su propuesta de una manera simple y sencilla “la respuesta es menos Gobierno”.

¿DEMOCRACIA?

Para muchos estadounidenses, los candidatos alternativos representan la verdadera democracia estadounidense, ésa que sus gobernantes aseguran esparcir por el mundo mediante intervenciones y guerras como Irak y Afganistán. La atención que reciben de los medios tradicionales es muy poca y son ignorados completamente por el sistema electoral . El célebre intelectual Noam Chosmky dijo alguna vez que “los partidos Demócrata y Republicano son solo dos caras de la misma moneda: el partido del negocio”. Aún así, estos movimientos continúan luchando elección tras elección en busca de ese 15% soñado que los ponga en un debate nacional televisado con los candidatos de los partidos poderosos. “Entonces”, cree Nader, “las cosas empezarán a cambiar”.

Irónicamente, el Partido Republicano nació en 1854 como una alternativa al Partido Demócrata y al Partido Whig (desaparecido en 1856) y sólo le costó 16 años llegar al poder, cuando Abraham Lincoln fue elegido presidente en 1860. Con las reglas actuales, el partido republicano se ha asegurado de que nadie vuelva a repetir su historia.

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McCain y el fin de las Tácticas Rovianas
Panamá, 24.Octubre.2008

“Quiero agradecer a mi magnífico equipo de campaña. Sobre todo, quiero darle las gracias al arquitecto: Karl Rove”. Con estas palabras, pronunciadas al ser reelegido hace casi 4 años a la presidencia de los Estados Unidos, se refería George W. Bush al hombre responsable casi al 100% de los dos éxitos electorales del actual presidente norteamericano.

En Estados Unidos, se califica de “rovianas” a las campañas políticas que apelan a los sentimientos más negativos del electorado: prejuicios raciales, fundamentalismo religioso e intolerancia. En palabras del propio Karl Rove, un estilo de hacer campaña que prioriza el ataque a las fortalezas del enemigo más que a sus debilidades: si, por ejemplo, tu enemigo es joven, táchalo de inexperto; si rezuma elegancia y buenos modales, tíldalo de elitista. Al Gore y John Kerry sucumbieron ante este tipo de campaña, y no son pocos los intelectuales que creen que los repetidos y famosos “errores” y lapsus del presidente Bush en sus discursos pre y post presidencia están puestos allí adrede para hacer sentir al electorado que el presidente es un americano común y corriente: política roviana en estado puro.

MCCAIN Y ROVE

A pesar de no ocupar un puesto oficial en la campaña de John McCain, es por todos conocidos que “el arquitecto” controla de cerca todo lo que se hace en la campaña. De hecho, uno de los principales asesores de McCain, Steve Schmidt (al que el New York Times atribuye algunas de los más venenosos ataques de la campaña, incluyendo al anuncio de Paris Hilton y Britney Spears), es uno de los protegidos de Karl Rove. La semana pasada, McCain contrató como asesor a Warren Tompkins, que hace ocho años, trabajando para la campaña “roviana” de Bush, estuvo entre los responsables de regar rumores de que el propio McCain tenía una hija ilegítima de raza negra (en alusión Bridget, la hija adoptiva bangladesí de los McCain).

Días después del ataque, McCain decía creer que “hay un lugar especial en el infierno para esta clase de gente”. Ocho años después, el “lugar especial en el infierno” ha sido definitivamente cambiado por un lugar especial en su campaña. El senador por Arizona también ha utilizado a Jeff Larson y su firma FLS-Connect para llevar a cabo contra Barack Obama una campaña de llamadas telefónicas automatizadas basada en una similar que fue utilizada contra él en el 2000. Para Maureen Dowd, columnista del New York Times “ciertamente, a cierto nivel, McCain debe estar indignado consigo mismo por usar las mismas tácticas que han sido perfeccionadas por las mismas personas que las usaron contra él hace ocho años”.

Indignado o no, las tácticas rovianas están omnipresentes en la campaña republicana: Obama y Bill Ayers. Obama “el socialista”. Obama y ACORN “destruyendo el tejido de la democracia”. La lista sigue y sigue.

LA ÚLTIMA CAMPAÑA ROVIANA

Con las elecciones a la vuelta de la esquina, y habiendo observado la evolución de las campañas, hay una cosa que es casi segura: estamos presenciando la muerte de las tácticas rovianas. Para Arianna Huffington, fundadora del Huffington Post, las campañas rovianas han encontrado su ruina en un lugar bastante inesperado: el internet. “Gracias a YouTube (creado en 2005) y los blogs, es cada vez más difícil mentir sin pagar un precio”. Huffington asevera ciertamente que, antes de 2005, si una campaña decía una mentira, los medios podían (o no) desacreditarla, pero si la campaña seguía repitiéndola, eventualmente los medios se aburrirían del tema. Y si bien es cierto que el internet también puede ser un agente facilitador de la difusión de rumores y ataques, también lo es que sitios como YouTube o los blogs amateurs y profesionales hacen que sea casi imposible mentir y salirse con la suya.

La campaña de John McCain, sin embargo, parece no haberse enterado de esto. Al preguntar maliciosamente “¿Quién es Barack Obama?” no son conscientes de que los electores pueden mirar miles de vídeos del candidato demócrata en YouTube o cualquier sitio similar.

“EL PARTIDO ME ABANDONÓ A MÍ”

Llama la atención, sin embargo, que han tenido que ser el mismo partido republicano el que reconociera que el estilo roviano de hacer campañas sucias debía pasar a mejor vida. Hace unos días Colin Powell, secretario de Estado durante la primera administración de George W. Bush, no tuvo reparos en repudiar las campaña de John McCain, y dar su apoyo a Barack Obama. Y Powell no ha sido, ni mucho menos, el único: el célebre escritor político (y reconocido republicano) Christopher Buckley dijo que “no he abandonado el partido republicano, el partido republicano me ha abandonado a mí”. Powell y Buckley son sólo dos voces entre los miles de republicanos que se sienten decepcionados por el gran daño que esta corriente política --que inició en 1988 con Lee Atwater, fue perfeccionada por el “arquitecto” Rove, y utilizada por Bush y ahora McCain y Palin-- le ha hecho al llamado “antiguo gran partido”. Se espera que el 4 de noviembre miles de republicanos anónimos reflejen en votos lo que Powell y Buckley han expresado públicamente.
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Human Rights Watch: Poniendo las Cosas en su Lugar

Panamá, 22.Octubre.2008


Hace poco más de un mes, José Miguel Vivanco –director para América de la organización Human Rights Watch—y su compañero Daniel Wilkinson eran expulsados de Venezuela. El motivo: un informe de 267 páginas titulado Una década de Chávez: Intolerancia política y oportunidades perdidas para el progreso de los derechos humanos en Venezuela. En el informe, la ONG estadounidense acusaba al mandatario de violar la Constitución, constreñir los derechos humanos, discriminar a los ciudadanos por tener ideas políticas opuestas al gobierno y controlar el Poder Judicial. Como queriendo confirmar la intolerancia que le atribuía el informe, el Gobierno venezolano reaccionó expulsando a los responsables. Nicolás Maduro, canciller venezolano advirtió tajantemente luego de la expulsión: “Ya basta, hasta aquí llegaron: todo aquel que pretenda inmiscuirse en los asuntos internos venezolanos recibirá el mismo tratamiento que Vivanco”. Vivanco y Wilkinson fueron escoltados hasta el aeropuerto Simón Bolívar, donde tomaron un vuelo a Sao Paulo.

Las reacciones no se hicieron esperar. Los sectores izquierdistas demonizaron a HRW, tildándolo de “último bastión de la derecha”, “agentes del imperialismo”, y demás epítetos.

El reconocido periodista Hugh O'Shaughnessy escribió en la revista británica New Statesman que confiaba en su “olfato para reconocer una ONG que se ha echado a perder”, y consideraba que el informe de HRW “pudo haber sido escrito por un recluta inexperto del Departamento de Estado de EEUU”. A la semana siguiente, la revista publicó un artículo respuesta de Tom Porteous, director de HRW en Londres, que presentó las sólidos credenciales de la organización en sus 30 años de historia.

Por su parte, la organización y la oposición venezolana aprovecharon la oportunidad --que Chávez les había puesto en bandeja de oro-- para atacar al mandatario. La veloz descalificación del informe y la expulsión de Vivanco confirmaban de manera elocuente el grado de intolerancia denunciado.

PRÓXIMA PARADA: COLOMBIA

Sería interesante conocer qué indica ahora el olfato de O'Shaughnessy ahora que HRW se ha metido en líos con el Gobierno de Colombia. El 16 de octubre, la organización publicó el informe ¿Rompiendo el Control?, obstáculos a la justicia en las investigaciones de la mafia paramilitar en Colombia, un documento de 140 páginas que acusa al Gobierno de Álvaro Uribe de obstaculizar las investigaciones sobre paramilitares. Los ataques del presidente contra la Corte Suprema, las reformas constitucionales que le quitarían competencia a este tribunal y la extradición de jefes paramilitares son algunas de las amenazas que HRW identifica en el país vecino. De inmediato conoció el informe, la Vicepresidencia colombiana emitió un comunicado de nueve puntos en el que mostró su desacuerdo. Pero el Gobierno colombiano --conocedor del craso error que supuso la expulsión de HRW para la imagen de Chávez-- fue bastante más tolerante, y se limitó a decir que creía que “estas y otras falsedades evidentes en el Informe, obedecen a problemas de comprensión de lectura de quienes lo redactaron”.

QUIZÁS SE PAREZCAN MÁS DE LO QUE PIENSAN

Más aún, las reacciones de ambos Gobiernos, pese a ser en principio muy distintas, han dejado ver que quizás existen entre ellos más similitudes de las pensadas. Al día siguiente de publicado el informe, el asesor presidencial colombiano José Obdulio Gaviria dijo en La FM de RCN: "Siempre todo lo que hace Vivanco le hace daño a Colombia. Él es un enemigo de Colombia" y concluyó rápidamente que HRW es un instrumento de la oposición colombiana: "Es un amigo de sus amigos en Colombia que le hacen una oposición cerrera al Presidente sin justicia, sin verdad y sin razonamiento".

Eso es: en Venezuela HRW es –en palabras del canciller Nicolás Maduro—“un enemigo del proceso revolucionario y de Venezuela”. Sin embargo, en Colombia es –según el asesor presidencial Gaviria-- “ un instrumento de la oposición”. Señores Maduro y Gaviria: ¿en que quedamos?

DICIENDO LAS VERDADES INCÓMODAS

El hecho de que Colombia haya sido el destino inmediato luego del incidente en Venezuela es significativo: con esto Human Rights Watch ha querido demostrar que no se casa con nadie, y que no entiende de derechas ni izquierdas.

Después de todo, la ONG estadounidense no es la primera –ni será la última—en acusar al actual de Gobierno de cooperación con los desmovilizados paramilitares, pero es especialmente significativo que sea la primera organización con ese nivel de prestigio que lo hace, y más aún a pocos días de haber sido echados de Venezuela por Hugo Chávez, reconocido crítico del Gobierno colombiano.

El informe, a pesar de reconocer que “las autoridades judiciales de Colombia han realizado avances sumamente importantes en la investigación de los paramilitares y sus poderosos aliados”, cae como un balde de agua fría para un Uribe elevado al cielo por la comunidad internacional gracias a un más que sospechoso “rescate”, y que ahora intenta conseguir un tercer mandato aunque para ello tenga que destruir y refundar las instituciones democráticas de su país.

La violenta represión de las recientes protestas indígenas, que inclusive están acusando al Gobierno colombiano de “genocida”, son sólo la punta de un iceberg que lleva siendo denunciado por una gran cantidad de medios independientes. A la luz del informe de HRW, parecen tomar un nuevo cariz. En todo caso, me alegro mucho que una organización como HRW tenga la valentía de llamar al pan pan y al vino vino allí donde va. Echada a perder o no, con su informe colombiano HRW ha demostrado que su motivación está lejos de ser política.

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Obama y su Éxito Tecnológico
Panamá, 20.Octubre.2008

Se podría decir que el éxito de Barack Obama –a falta de 15 días para las elecciones—reside en una combinación de importantes factores: la indignación por la guerra de Irak, un cambio generacional en algunas comunidades y estados claves, el extraordinario carisma del candidato, y una crisis financiera que ha permitido al senador demócrata mostrar sus mejores cartas. Pero probablemente ninguno sea más importante que la aparición de un personaje político tan refrescante como Barack Obama justo en el momento en el que las redes sociales Web 2.0 han madurado al punto de convertirse en una herramienta política viable.

Gracias a su campaña electrónica, Obama ha conseguido cantidades de dinero que echan por tierra cualquier récord previamente establecido. Mediante el uso de redes sociales como Facebook o Myspace, ha conseguido levantar el entusiasmo de una apática juventud harta del sistema político norteamericano. Cuando iniciaron las campañas, algunos analistas “audaces” se atrevieron a pronosticar que esta sería la primera vez que la suma del dinero recaudado por ambas campañas sobrepasaría por primera vez el billón de dolares. Habiendo logrado que casi la mitad de sus fondos sean donaciones online de menos de $200, se espera que para el final del periodo electoral, la candidatura Obama-Biden sea la primera en la Historia en recolectar más de un billón de dólares por sí sola, lo que equivale a 12 veces lo que John Kerry logró conseguir en 2004 y tres veces el récord de 367 millones recaudados por George W. Bush ese mismo año. Se estima también que más de dos millones de voluntarios hayan sido reclutados por medios electrónicos.

Internet y más

Si David Axelrod es considerado el cerebro detrás de la campaña al completo, el sofisticado entramado tecnológico que está revolucionando la manera de hacer política tiene detrás a Joe Rospars, director de Nuevos Medios de la campaña demócrata. “Todas las noches estamos sincronizando datos en MyBO (la red social de Obama). Enseguida podemos saber, por ejemplo, quien se acaba de registrar”, explicó Rospars a la revista The Nation. De esta manera, la campaña combina las acciones virtuales con la organización en el campo. “El cincuenta por ciento los e-mails que enviamos son relativos a asuntos específicos de cada Estado, como actividades o reclutamiento de voluntarios”. Cada vez que alguien interactúa con la campaña, asegura Rospar, los analistas “crean nuevas capas” para “atacar” a esa persona basándose en su región, preferencias, gustos, etc. Pero, lejos de terminar allí, la campaña también ha incursionado en el mundo de la telefonía celular. El 28 de septiembre lanzaron una aplicación para el popular iPhone. La aplicación –diseñada para hacer campaña telefónica o vía SMS—contiene utilidades que permiten sortear los contactos por importancia o por estado. Scott Goodstein, el gurú detrás de ObamaMobile (el portal de telefonía móvil de la campaña), anticipa que la aplicación “generará miles de contactos adicionales”. Una semana después de su lanzamiento, la aplicación ya se encontraba en el segundo lugar de las descargas gratuitas en iTunes.

Nada volverá a ser igual

Barack Obama tiene todo a su favor para convertirse en el próximo presidente de EEUU. Su elección va a ser histórica por muchos aspectos. Uno de ellos va a ser el aspecto tecnológico: gane o pierda, la campaña Obama-Biden 2008 ya ha cambiado la política para siempre. Por supuesto, esta revolución tecnológica tendrá que ser asimilada, a su vez, por el partido republicano. Irónicamente, la primera campaña presidencial de John McCain (derrotada en las primarias de 2000 por George Bush) fue una de las pioneras en recaudar fondos por internet. Dicho eso, esperen para 2012 una gran plataforma tecnológica del lado republicano.
Pero no todos lo ven tan bien. A muchas personas les asustan los niveles de dinero, organización e infraestructura a los que ha llegado la campaña de Barack Obama . El columnista Bob Ostertag escribía en el Huffington Post que a pesar de no saber a ciencia cierta cual iba a ser el impacto de esto a la larga, creía que “una vez que todos adopten las nuevas tecnologías los problemas de siempre volverán a salir, con dinámicas un poco diferentes, pero a una escala mucho mayor”. Ostertag probablemente tenga razón, pero eso de ninguna manera puede quitarle mérito al único candidato que supo ver el futuro de la política y traerlo al presente. Su éxito sin precedentes habla por sí solo.
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El Violento Autoritarismo de Daniel Ortega

Panama, 19.Octubre.2008


Entre 1937 y 1938, Josef Stalin llevó a cabo en la Unión Soviética lo que pasó a la historia como “la gran purga”, una campaña de represión que incluyó la purga del partido comunista soviético, represión a los campesinos, deportación de minorías étnicas y la persecución de opositores, y que estuvo caracterizada por una paranoia general, vigilancia policiaca, encarcelamientos y asesinatos. La campaña represiva es ampliamente considerada como el momento consolidatorio del poder absoluto de Stalin, que gobernaría el país despiadadamente –se estima que hasta 50 millones de personas murieron bajo su regimen—hasta su muerte en 1953.

La megalomanía de Stalin ha sido imitada por innumerables personajes, cada uno a su manera, en casi todos los países del mundo. De hecho, y si la historia sirve de algo, podríamos observar que el cuento del líder populista, abanderado de las masas, que proclama el “socialismo” y que termina enredado en sus propios laberintos paranoicos es una novela de pésimo gusto que se ha repetido ya demasiadas veces.

GUERRA CONTRA LA SOCIEDAD CIVIL

En Nicaragua, sin embargo, un Daniel Ortega ávido de repetir la historia ya ha empezado su particular guerra contra la sociedad civil. Hace 10 días, fiscales del Ministerio Público y varias patrullas policiales fuertemente armadas irrumpieron en las sedes de dos ONG y confiscaron libros contables y documentos, alegando que buscaban pruebas de lavado de dinero. Las ONG en cuestión son el Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM) --grupo feminista muy combativo contra la ilegalización del aborto terapéutico, decidida por Ortega con el apoyo de la Iglesia Católica—y el Centro de Investigación de la Comunicación (CINCO) --dirigido por el periodista Carlos Fernando Chamorro, hijo de la ex presidenta Violeta Chamorro, y un reconocido crítico del actual gobierno Sandinista—y son acusadas de “triangular” entre ellos fondos internacionales.

El particular acoso contra el periodista comenzó en junio, después de que este publicara una investigación periodística demostrando una millonaria extorsión extrajudicial fraguada desde la Secretaría del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), donde también opera la Casa Presidencial. Una campaña denigrante en los medios oficiales, controlados por Rosario Murillo, esposa de Daniel Ortega, y sus hijos, dio paso a la actuación de la fiscalía.

VACÍO POLÍTICO

El problema nicaragüense va más allá de la intolerancia de su presidente ante el criticismo. “Ortega quiere silenciar las voces críticas a su proyecto autoritario”, dijo al periódico español El País un directivo del nicaragüense La Prensa que pidió el anonimato. El Gobierno de Ortega, gracias al pacto sellado en 1999 con el Partido Liberal del ex presidente derechista Arnoldo Alemán, ha logrado crear un vacío de oposición política y han conseguido el control absoluto del poder judicial. El Consejo Electoral, controlado al 50% por el Frente Sandinista y el Partido Liberal, ilegalizó, unos meses antes de las elecciones municipales del próximo 9 de noviembre, a dos formaciones opositoras, el Partido Conservador y el Movimiento Renovador Sandinista. El vacío provocado está siendo llenado por –irónicamente—los ex sandinistas, la prensa y los movimientos sociales, que han pasado a ser las nuevas víctimas de la represión de Ortega. Antes de las ONG (CINCO y MAM) fue el poeta Ernesto Cardenal o los cantantes Carlos y Luis Mejía Godoy los perseguidos. Hoy, otras 39 personalidades están sujetas a procesos judiciales, y el Gobierno, por simple intimidación, ha silenciado al comentarista Edgar Tijerino –famoso cronista deportivo que ha anunciado que no hablará más de política—y al programa El 2 en la Nación, del periodista Jaime Arellano, que fue recientemente citado a la Fiscalía por “delitos electorales”.

MIEDO Y PROTESTA

En el país crece la preocupación. “La gente se está llenando de miedo” dijo a El País el periodista nicaragüense Álvaro Cruz, refiriéndose al resurgimiento de la violencia contra la oposición, como ocurrió recientemente en León, cuando el 20 de septiembre organizaciones de la sociedad civil y partidos políticos de la oposición no pudieron realizar una marcha que habían programado y se enfrentaron con seguidores armados de Ortega, dejando un saldo de cinco heridos.

Sin embargo, dentro y fuera de Nicaragua se empiezan a levantar voces pidiendo justicia. A nivel internacional, se han llevado a cabo manifestaciones contra el presidente nicaragüense en Paraguay, Honduras y El Salvador. También se preparaban protestas en Nueva York, para las sesiones de la Asamblea General de la ONU de septiembre, a las que debía asistir Ortega, que finalmente canceló su viaje. El mismo Carlos Chamorro, en una carta publicada por El País, escribió que “ante la sentencia de culpabilidad que ya tienen redactada, prefiero la cárcel antes que aceptar convertirme en otro rehén de la política de chantaje que tiene sometida al país”.

Nicaragua, sin duda, se encuentra en un momento crucial de cara al futuro, en el que hay mucho en juego. Pero la escritora nicaragüense Gioconda Belli no pierde la esperanza: “no se puede engañar a todo el mundo, todo el tiempo. Y si bien este gobierno tiene el poder (...) y todos los hilos de esta red, también lleva en su seno la semilla de su propia destrucción; porque si Sandino sólo necesitó 30 hombres para cambiar la historia, en Nicaragua hay mucho más de treinta personas que no aceptaremos este estado de cosas y que seguiremos luchando contra esta iniquidad”.

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Un Poco de Mano Izquierda
Panamá, 16.Octubre.2008

Hace casi un año (19 de octubre), el presidente peruano Alan García creó la Oficina Nacional Anticorrupción (ONA). Esta oficina vino a reemplazar al Consejo Nacional Anticorrupción, creado por Alejandro Toledo. La ONA estaba encargada de “prevenir, investigar, coordinar, vigilar y promover la lucha contra la corrupción” a través de “medidas preventivas, la investigación de oficio o a iniciativa de parte así como la formulación, monitoreo y supervisión de políticas públicas sobre la materia”. Hace 2 meses, el ONA fue desactivada por el Gobierno peruano y sus funciones trasladadas a la Contraloría General. El tema de la corrupción no se mencionó más en Perú hasta que el 5 de octubre, el programa de televisión Cuarto Poder hizo públicas unas conversaciones grabadas entre directivos de Perupetro y personal de la noruega Discovery Petroleum, en las que la petrolera estatal otorgaba lucrativas concesiones a la empresa escandinava.

El escándalo desatado supuso para García la peor crisis desde que asumió la presidencia en julio de 2006. El 11 de octubre, el gabinete peruano al completo presentó su dimisión. Ante esta situación, García ha puesto el que será su futuro gabinete en manos de un gobernador que pasó ocho años en prisión por cargos de terrorismo: el centro-izquierdista Yehude Simon Munaro.

DE TERRORISTA A PRIMER MINISTRO

El nuevo primer ministro es veterinario, hijo de un inmigrante palestino y una italiana. Inició su carrera política en los años 80, logrando ser diputado por el departamento de Lambayeque en 1985. En 1991, un año después de finalizada su gestión, funda el Movimiento Patria Libre, que fue acusado de ser el brazo legal del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA). Un año más tarde, y poco después del célebre “autogolpe” de Alberto Fujimori, Simon –que se dempeñaba como editor de la revista “Cambio”, también acusada de ser portavoz del MRTA— es detenido y acusado de subversión. Bajo el cargo de “apología del terrorismo” --y en un juicio que violaba las normas legales más básicas--, es condenado a 20 años en prisión, de los cuales cumplió ocho y medio antes de ser indultado en noviembre del 2000 por el Presidente Transitorio Valentín Paniagua.

Luego de su liberación, Simon regresó a la política, pero se distanció de la extrema izquierda, y fundó, a mediados de 2001, el centroizquierdista Partido Humanista Peruano. Solamente un año después –en lo que se considera una de las rehabilitaciones políticas más impresionantes del Perú—es elegido gobernador de Lambayeque, el departamento que le vio nacer, considerado tradicionalmente un importante feudo aprista. Pero lo bueno estaba aún comenzando: a base de pragmatismo y un enfoque hacia el desarrollo, Simon se ganó el apoyo popular y una excelente reputación a nivel nacional que le valieron la reelección en 2006, y un flamanete nombramiento como primer ministro del Perú.

COMIENZA LA ERA SIMON

Al ser cuestionado por el diario La República acerca de las condiciones que había puesto antes de aceptar el cargo luego de la renuncia en bloque del Gabinete, Simon contestó: “No le puse condiciones. Sólo le pedí libertad para actuar”.

Simon tiene un titánico reto, pero parece tener sus proridades extremadamente claras. En declaraciones a La República, incluso las enumeró: “primero es el país, el trabajo, y la lucha contra lo que está pasando: lucharemos contra la corrupción a muerte. Lo segundo es la lucha frontal contra el terrorismo; y tercero, institucionalizar el país asegurando la inversión privada”. El nuevo premier ha confirmado que seguirán en el cargo algunos ministros, incluyendo al de Economía, Luis Valdivieso, el de Exteriores, José García Belaunde y la de Comercio, Mercedes Aráoz.

Paradójicamente, su elección y sus decisiones han levantado recelos en ambos extremos del espectro político. El reconocido líder izquierdista Javier Diez Canseco declaró que la decisión de dejar a Valdivieso (ministro de Economía) en su puesto es un “claro indicador” de que la política económica iba a permanecer intacta, lo que le parece una “irresponsabilidad” por parte de Simon. Por su parte, la fujimorista Luisa María Cuculiza exigió a Simon “condenar claramente el terrorismo” antes de ser proclamado primer ministro, y su correligionaria Martha Moyano opinó que “su pasado extremista lo condena, por haber dirigido una publicación que celebraba las acciones terroristas y criminales del MRTA”.

Ante estas críticas, Simon ha capeado elegantemente el temporal. “No me voy a dedicar a responder a todo el mundo”, aseguró. Luego de reunirse con los miembros del partido aprista –con el que dice estar en desacuerdo en muchas cosas pero “respeta profundamente a su gente”--y con Ollanta Humala, líder del Partido Nacionalista, Simon dice estar a la expectativa de reunirse con la dirigencia del sector fujimorista para estabilizar la situación.

La popularidad de Alan García atraviesa el peor momento de su mandato (23% segun una encuesta reciente), y Yehude Simon ha dejado claro que su papel no es el de “salvador” del APRA. Una buena gestión por su parte podría abrir las puertas a un cambio profundo en un país que, a pesar de que más de la mitad de su población se considera “socialista”, continúa siendo uno de los últimos bastiones de la derecha oligárquica en América del Sur.
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El Desastre de John McCain

Panamá, 15.Octubre.2008


Hace 40 días, la vida le sonreía, más que nunca en sus 72 años, a John McCain. El senador republicano amanecía, por primera vez, al frente de las encuestas en la carrera hacia la Casa Blanca. La noche anterior, McCain había clausurado una exitosa Convención Republicana y su compañera de fórmula, Sarah Palin, había irrumpido exitosamente en la escena política estadounidense. Tres semanas antes, la guerra entre Rusia y Georgia le había dado la oportunidad de mostrar sus conocimientos en política exterior. El conflicto, sobre todo lo demás, puso de relieve el papel ruso de superpoder emergente y eso asustó a los americanos, que corrieron hacia McCain buscando seguridad.

Pero exactamente hace un mes, las cosas comenzaron a cambiar. El 14 de Septiembre el mundo devoró la noticia de que Lehman Brothers estaba en bancarrota. El derrumbamiento de las estructuras económicas mundiales que le siguió trajo consigo el desmoronamiento de la campaña de John McCain y hoy, a 20 días de las elecciones y en vísperas del tercer y último debate que le enfrente a Barack Obama, a ambos candidatos los separa, por primera vez en lo que va de campaña, un número de dos cifras.

ARMAS DE DISTRACCIÓN MASIVA

Muchos analistas coinciden en que el principal culpable del desastroso mes de McCain es él mismo. El candidato republicano y sus asesores han sido incapaces de ganarse la confianza del pueblo estadounidense en tiempos de crisis económica, y varios de los asesores económicos de la campaña de McCain figuran entre los responsables de la desregulación que causó la crisis. Por si fuera poco, los sistemáticos ataques personales lanzados contra Barack Obama tanto por McCain como por Palin han tenido el efecto contrario al deseado: mientras que han contribuído a crear una innecesaria y preocupante atmósfera de odio y extremismo en los mítines republicanos, la gran mayoría de los votantes piensa que McCain se ha concentrado más en tumbar a Obama que en ofrecer soluciones a los problemas del país. Los demócratas, por su parte, han mantenido la compostura y han asegurado en todo momento que la intención de la campaña republicana no era otra que la de desviar la atención de las cosas importantes de la campaña. Al parecer, el tiempo les ha dado la razón.

LOS CARA A CARA

Los dos enfrentamientos directos entre ambos candidatos tampoco han ayudado al candidato republicano. En la víspera del primer debate, coincidente con el inicio de la crisis, McCain suspendió su campaña e inclusive sugirió que el debate no se celebrara. Esta decisión fue vista por gran parte del público como muestra de debilidad ante un enfrentamiento que se preveía predominantemente centrado en la economía, precisamente el punto débil republicano. Finalmente McCain asistió al debate, pero hubo un consenso general que dio la “victoria” a Barack Obama.

En su segundo enfrentamiento, y ya con el “agua al cuello”, McCain no pudo obtener esa contundente victoria que se consideraba necesaria para nivelar la contienda. El senador de Arizona llegó incluso, en un momento del debate, a referirse a Obama como “ese”, lo que causó una ola de criticismo en los medios estadounidenses. Esta noche, McCain tendrá su última oportunidad de empezar a virar el rumbo de su nave si es que quiere llegar con esperanzas al 4 de noviembre.

PALIN: DE HIT A FOUL

La fulgurante irrupción de Sarah Palin en la escena política de Estados Unidos hizo a muchos alabar la inteligencia y oportunidad de la campaña republicana de sacarse a Palin como un conejo de la chistera. Su mezcla de juventud, belleza, y valores conservadores típicos de los republicanos enamoró a muchas personas, y su poderoso discurso en la Convención Republicana vio en ella un nuevo ícono político. Pero, al calmarse las aguas, el tiempo ha revelado a Sarah Palin como una inexperta política. Las desastrosas entrevistas concedidas –especialmente la que le hizo Katie Couric de CBS—en las semanas previas al debate que la enfrentaría con Joe Biden, la convirtieron el hazmerreír de la prensa y provocaran que este fuera el debate vicepresidencial más visto de la historia, rompiendo los récords incluso del primer debate entre Obama y McCain. Millones de norteamericanos sintonizaron el debate esperando ávidamente que la candidata cometiera un desliz, un comentario ignorante, una metida de pata. Palin logró salir ilesa del debate, pero no le alcanzó para ganar.

El último “aporte” de Palin a la campaña llegó hace un par de días, cuando el jurado que investigaba el escándalo de abuso de poder en el que Palin se vio envuelta en julio encontró que la gobernadora había en efecto abusado de su poder.

CONCLUSIÓN

En la historia moderna, ningun candidato a la presidencia de Estados Unidos ha superado una ventaja de dos dígitos. Las pésimas decisiones y estrategias de la campaña de McCain han significado un disparo en el pie para sus opciones. La situación se ha puesto tan grave que hasta figuras republicanas como Mitt Romney han declarado abiertamente su desacuerdo con el rumbo de la campaña y han llegado a decir que “no reconocen a este McCain”. Ahora, la campaña republicana intenta buscar un tono menos agresivo y más conciliador, pero quizás sea muy tarde. El debate de esta noche parece la última oportunidad de aferrarse a una causa que parece completamente perdida. McCain está en la lona, y tiene 20 días para levantarse.

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